hay que vivir
¿Regular los medios? Virgencita, Virgencita
No nos engañemos: el plan de Sánchez busca estigmatizar a los periodistas, advertir a las empresas y lanzar un mensaje a los anunciantes
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La mejor ley de prensa es la que no existe. Me lo dijo ayer una periodista a la que admiro y que convirtió en titular un debate que está en la profesión. Todo gracias a las vaguedades y advertencias que lanza el presidente del Gobierno, ... que está a ocho días de acudir al Congreso a presentar un plan que no es más que una amenaza oculta tras un eufemismo. Del inventor del «saldremos más fuertes» y del «manual de resistencia», llega la «calidad democrática». Yo me echo a temblar.
Cuando se abre el debate sobre la necesidad de regular la labor de los medios de comunicación o la profesión del periodista, mi posición es esta: «Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy». O dicho de otro modo: artículo 20 de la Constitución y Código Penal. No necesitamos más.
Hay dos problemas: el primero es que no conozco una sola iniciativa del poder político en España en relación con el derecho a la información y la libertad de prensa que vaya en la dirección de proteger más a los periodistas y a los medios, y por extensión a los ciudadanos; el tufillo es siempre el de meterse en las redacciones. Que si el estatuto del periodista, que si el Consejo Audiovisual Catalán (CAC), que si un presidente del Gobierno sacando la escoba contra el 'fango'.
El segundo es que la profesión periodística carece de una fortaleza como colectivo que le permita liderar los debates en torno a cuestiones relevantes: la cláusula de conciencia, el secreto profesional o ese 'derecho de rectificación' que esta mal desde el mismo nombre. O, más importante, esa tentación de establecer por ley quién puede ser o no periodista. Esto es una cuestión que se dilucida cada uno en las redacciones de los medios, ese lugar en el que los trabajos periodísticos pasan los pertinentes filtros deontológicos y los correspondientes controles de calidad. ¿Que el trabajo es malo? El mercado nos castigará. Que el trabajo es delictivo, actuará el Código Penal. ¿Quién es el Gobierno, o cualesquiera que sea el poder político, para decidir qué es noticia y qué no? Ay, Virgencita.
No nos engañemos: el plan de Sánchez contra los medios no se puede descontextualizar. Nace como rechazo a las informaciones que los periódicos estamos publicando sobre las actividades de su cónyuge y busca estigmatizar a los periodistas que investigan, advertir a los medios que publican y lanzar un mensaje a los anunciantes.
Confío en que Sánchez no irá demasiado lejos el próximo día 17 en el Congreso, porque atacar a la prensa es atacar uno de los pilares de la democracia liberal, y eso no gusta en Europa. Imagino que el presidente hará uno de sus juegos de artificio y nos envolverá con grandes palabras. Llámenme ingenuo. Pero no creo esto porque confíe en el presidente, sino porque lo que Sánchez persigue es asfixiar a los medios, y ese mensaje ya está enviado. El que quiera entender, que entienda.
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