LA TERCERA
Un siglo de 'Luces de Bohemia'
Se cumple un siglo de 'Luces de bohemia' y todo lo que Ramón Maróa del Valle-Inclán críticó y denunció hace cien años en el esperpento fundacional y en toda su obra, tanto literaria como periodística, no parece haber perdido –desgraciadamente– actualidad
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A finales del año 2020, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, participaba en la macroencuesta literaria 'La biblioteca perfecta' llevada a cabo por los medios del grupo Vocento y la plataforma Zenda. A la pregunta ¿Con qué escritor de la Historia organizaría una cena?, ... respondía el presidente sin vacilar: «Con Valle-Inclán, sin duda. Me encanta su literatura, tanto la modernista como la esperpéntica, y me gustaría hablar de ella. Pero es que, además, era un personaje excéntrico y con una visión política complejísima. Le preguntaría a Valle-Inclán por el carlismo».
Viene lo que podría ser una respuesta sorprendente en un político que hace gala de su progresismo izquierdista a cuento de la actualidad de la gran aportación del escritor gallego, el esperpento. Aunque después, entre sus diez libros imprescindibles, Pedro Sánchez prefiere uno de evasión libertina pues cita las Sonatas, es 'Luces de bohemia', la pieza que inaugura la estética esperpéntica, la que no ha perdido un ápice de su vigencia hoy en día, cien años después de su publicación.
En este año de 1924, en efecto, celebramos el centenario de la publicación en libro de la obra cumbre del teatro español contemporáneo, uno de los textos teatrales más trascendentales de la literatura dramática europea del siglo XX. A pesar de las dificultades de su representación, con una vertiginosa sucesión de escenas que suceden en muy diferentes espacios, Luces de Bohemia sigue siendo una de las piezas más representadas en nuestros escenarios, tanto por el Centro Dramático Nacional como por parte de compañías privadas, universitarias y aficionadas.
Al igual que hizo Balzac con París, Dickens en el caso de Londres o Joyce en el de Dublín, Valle-Inclán eleva la ciudad de Madrid a la categoría de mito literario. Mito homérico y cervantino en sentido literal es esa noctámbula odisea de la quijotesca pareja, Max Estrella y Latino de Hispalis, por las calles, librerías, tabernas, cafés y despachos ministeriales de la capital en los estertores de la Restauración. Junto a la fuerza dramática de estos grotescos personajes y de su periplo cuajado de contrastes, en las páginas de la pieza se integra la magistral teorización de la dramaturgia esperpéntica, originalísima aportación de Valle a la teoría y a la práctica teatral contemporáneas.
La actualidad del esperpento fundacional radica en que el dramaturgo gallego supo llevar a las tablas los grandes problemas políticos, sociales y existenciales que afectan al hombre moderno en general y al español en particular: la corrupción política y económica, que a veces toma entre nosotros la forma engañosa de la picaresca; las desigualdades sociales, la pobreza extrema y los excesos del capitalismo mercantilista; la explotación de la mujer, la prostitución y la pederastia; los atentados a la libertad de expresión, los abusos del poder y la represión policial; el problema catalán y el anarquismo; la discapacidad, el idealismo y el afán de superación también.
Aunque felizmente la capital de España de hoy ya no es aquel Madrid absurdo, brillante y hambriento en que se desarrolla la acción según la didascalia inicial de la pieza, muchos de esos problemas no han perdido su vigencia. Las sucesivas crisis económicas, sanitarias y sociales, la inflación descontrolada debido a las guerras desatadas en el entorno europeo con la consecuente subida de precios o las dificultades en el acceso a la vivienda siguen afectando a grandes capas de población, afectadas por un evidente deterioro de su poder adquisitivo.
El escritor de Vilanova de Arousa refleja en su obra un país decadente, víctima del caciquismo practicado por las oligarquías de uno y otro signo, conservador y liberal, que se alternaban en el poder en virtud de un turnismo fraudulento, pactado al margen de la voluntad popular. La situación se había agravado con la llamada crisis de 1917, en medio de revueltas y huelgas revolucionarias que tienen su reflejo en el drama y que desembocarán en la liquidación del régimen de la Restauración por la dictadura de Primo de Rivera.
Esas circunstancias históricas llevan a Max Estrella, alter ego del dramaturgo, a definir España como una deformación grotesca de la civilización europea, pues en aquellos momentos nuestro país se parecía muy poco a las restantes democracias del Continente. El autor pondrá el dedo en la llaga con sincera acritud en la escena VI que tiene lugar en el calabozo del Ministerio de Gobernación donde espera su ejecución un preso catalán: «En España el trabajo y la inteligencia, siempre se han visto menospreciados. Aquí todo lo manda el dinero», declara el joven reo. Idea que reiterará un shakespereano sepulturero en la escena XIV refiriéndose al pobre entierre que ha tenido Max: «En España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza. En España se premia todo lo malo».
Lo expresa Don Latino en la Redacción de 'El Popular' adonde se dirige con los jóvenes modernistas para denunciar le detención de Max, un injustificado atropello policial: «Y así, revertiéndonos la olla vacía, los españoles nos consolamos del hambre y de los malos gobernantes». ¡Qué vibrante actualidad cada frase, cada sentencia disparada a nuestras conciencias por los valleinclanescos personajes de 'Luces de bohemia'!
En una conferencia pronunciada en Valencia a finales de mayo de 1911, rememoraba don Ramón las tres verdades que, sobre su conducta intachable, el duque de Alba había transmitido a Felipe II en su lecho de muerte: no haberme lucrado en nada ilícito, no haber propuesto para ningún cargo a quien no creyera idóneo y no haber ajusticiado a nadie sino por causa de herejía. Una vez dicho esto, el escritor gallego apostillaba, según el 'Diario de Valencia': «Comparad todas estas máximas con la conducta de los políticos actuales». Todo lo que Valle-Inclán críticó y denunció hace cien años en el esperpento fundacional y en toda su obra, tanto literaria como periodística, no parece haber perdido –desgraciadamente– actualidad.
Otra de las preocupaciones del genial dramaturgo de Vilanova de Arousa fue la unidad de España. En un célebre discurso que dirigió a los liberales vislumbra la que debe ser la solución al conflicto separatista que florece en las últimas décadas: «Hay que inventar un nuevo vínculo de unidad hispánica. Hay que inventarlo, y vosotros no podéis. Se crea con el alma y no la tenéis. Es obra de profetas…». En su época tradicionalista, Valle fiaba el cemento de la unidad de España a la tradición, la fe y la moral cristianas. Después, ya desencantado de los ideales caducos de la carlistada ultramontana, lo fía todo a una sola virtud, tan necesaria hoy como entonces: la honradez.
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