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Pocas compañías menos aconsejables que los descendientes de ETA
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La penúltima mentira (7/10/2023)
Estoy casi seguro de que no conoce la advertencia de Abraham Lincoln –«Puedes engañar a uno una vez. Pero no puedes engañar a todos siempre»–, porque de conocerla no hubiera actuado como lo ha hecho, aunque la osadía de Pedro Sánchez no tiene límites. ... Estamos ante alguien sin otra pasión que el poder ni otros principios que la verdad y la moral son como el chicle; pueden extenderse cuanto den de sí. Claro que a veces se rompe, pero son gajes de oficio. El presidente del Gobierno en funciones ha intentado engañar a todos, empezando por sus socios y terminando por sus enemigos, para encontrarse con Bildu como única compañía, y ya dice el refrán que más vale solo que mal acompañado.
Pocas compañías menos aconsejables que los descendientes de ETA, los hijos de Batasuna, que ni siquiera han pedido perdón por los asesinatos de tantos socialistas de pro y de personas decentes, que incluso tuvieron la desvergüenza de incluir a condenados por esos asesinatos en sus listas de las últimas elecciones municipales. Nada de extraño que se silbe y abuchee a Sánchez en cuanto se le divisa, por más que quiera ocultarse. Incluso los secesionistas catalanes y vascos le ponen esta vez condiciones muy duras para apoyar su candidatura y exigen el pago por adelantado. ERC le advierte que el referéndum, o como quieran llamar la consulta al pueblo catalán, será sólo «el primer paso hacia la plena autodeterminación». Por escrito y con un mediador internacional. Pero eso no es nada comparado con lo que pide Junts, la vieja Convergencia de Pujol, que exige la amnistía de cuantos montaron el tiberio del 1 de octubre de 2017, que convirtió Barcelona en la noche de San Juan y que incluye desde una declaración de independencia del Parlament a los directores de centros que cedieron sus aulas para la consulta y a Puigdemont, más los que dieron mítines desde la capota de los vehículos policiales. O sea, un autoindulto a los que no han sido juzgados ni condenados, el no va más del antilegalismo. Van a tenerle en vilo hasta el último minuto para, primero, sacarle todo lo posible al contado. Segundo, crecer ante su máximo rival, que no son el PP y Vox, sino entre ellos, y tercero, ver cómo evoluciona el asunto para apoyarle, abstenerse o votar en contra, y que salga el sol por Antequera. El interfecto sigue callado, para no ofender a nadie, empezando por los compañeros de partido. Su cabo de vara, Bolaños, dice que «el acuerdo es posible, pero difícil», al no poder decir otra cosa, y los pocos barones que le quedan ponen distancia con él y sus marrullerías y la extrema izquierda guarda un silencio ominoso para ocultar su regocijo. En cuanto a Sumar y Yolanda Díaz, sólo les queda llorar.
Mi idea particular es que terminarán apoyándolo, porque las perspectivas que se les abren con el PP en el Gobierno no es el de otra travesía del desierto de una legislatura, sino de bastante más. Mucho va a depender de los resultados de Vox, si los españoles, hartos de luchas intestinas, le ven como un partido de Estado o insiste en ser la extremísima derecha. Y eso no lo sabe ni Santiago Abascal. O sea, paciencia y barajar.
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