la suerte contraria
Vox ya no es derecha
Con el tiempo, se ha convertido en una especie de Sumar, un banco malo que recoge lo que no cabe en el PP
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Conviene empezar a asumir que Vox no es ultraderecha porque ya ni siquiera es derecha. La derecha es algo más serio, algo que en esta España líquida y desquiciada nadie es capaz de definir con precisión, pero que, para algunos, parece limitarse a odiar a ... Sánchez como único planteamiento. Y está bien, tú puedes odiar a quien quieras, pero eso no fija una posición ideológica. Fija lo que no te gusta, pero no lo que sí y no es posible construir desde un negativo. Además, la pedrofobia es compartida por parte de la izquierda. La derecha es otra cosa, algo que se identifica con una defensa conservadora –equilibrada, sensata– del orden, de la economía de mercado, de la Constitución del 78, de la monarquía constitucional, de los acuerdos internacionales, de la iniciativa privada, de la empresa, del capitalismo, de la libertad y con una cercanía mayor o menor a lo católico. Pues bien, resulta que Vox no cumple con uno solo de estos preceptos: se trata de un partido antisistema, revolucionario, contrario en muchos aspectos a la Constitución del 78 y, desde Buxadé, definitivamente anticapitalista, iliberal, antiglobalización y cercano al socialismo joseantoniano, opuesto a Europa y a los acuerdos internacionales de los que España forma parte, con unas bases y dirigentes a los que no les vale ya ni el propio Vaticano y enemistados con la gran empresa y «las elites». Ya me dirán, una derecha anti élite. Es el gran oxímoron. Un Podemos, pero con la bandera de España en el retrovisor. Limonov cambiando el vodka por Valdepeñas.
Con el tiempo Vox se ha convertido en una especie de Sumar, un banco malo que recoge lo que no cabe en el PP, aunque luego entre ellos sean incompatibles. Y por eso un día da cobijo a ultraliberales y otro a antiliberales. ¿Y qué tiene que ver un antiliberal con un ultraliberal? Pues nada. ¿Y un anticapitalista con un anarcocapitalista? Menos. ¿Y un falangista con un carlista? Nada. ¿Y Milei con Orbán? Son opuestos. ¿Y un católico de base con un integrista anti Francisco? Cero. Pues bien, Vox consigue criticar el liberalismo y el día siguiente ponerse la gorrita de la Escuela de Chicago. Consiguen querer cambiar parte de la Constitución y, a la vez, fingir defenderla. Consigue dar lecciones de catolicismo desde el gueto y el integrismo preconciliar e incluso defender la España mítica mientras odia la real, como los nacionalistas que son. Y da igual porque no se les exige coherencia ni un criterio claro: solo aparecer como víctimas y defender siempre posiciones heterodoxas como 'outsiders', de modo intenso y con la cara muy seria.
Aunque solo fuera por respeto a sus votantes es el momento de aclarar si apuestan, como parece, por la izquierda económica, desencantada y suburbial a través de ese discurso reaccionario que une la antiinmigración con las ayudas sociales y el nacionalismo. Le Pen, vaya. Ahora sí: populismo. Mientras sea legal, es legítimo. Pero, por favor, dejemos ya la tontería esa de los bloques. Vox ya no es de derechas.
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