LA SUERTE CONTRARIA
Topuria en el país de los enanos
Hay momentos en la vida de un hombre en los que no se puede fingir; por mucho que te lo prepares te sale lo que eres
Larra, Unamuno, Quevedo y los demás
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Ilia Topuria es un alicantino que nació en Alemania y que tiene sangre georgiana. De Georgia entre Rusia y Turquía, no entre Alabama y Florida, se entiende. Desde ayer es el nuevo campeón del mundo de peso pluma de la UFC, siglas de algo ... que no sé qué es, pero donde no me gustaría tener enemigos. El tipo tiene pinta de poder conquistar Armenia en lo que yo me hago un sándwich mixto, no sé cómo decirles, una mezcla entre un legionario, un bolardo y Gengis Khan.
Nada más conquistar el cinturón dijo unas palabras en perfecto inglés. No las utilizó en decir chorradas de rapero ni, peor aún, de actor español haciendo el ritual de apareamiento con la causa que le manden. Tampoco reivindicó nada, no reprochó nada a nadie y ni siquiera se lamentó de la escasa financiación de las artes marciales mixtas. Nada de eso. Ilia, en el momento más importante de su vida, con la cara como el Púgil de las Termas, los pómulos hinchados y la adrenalina bailando la conga con sus neurotransmisores solo tuvo palabras de agradecimiento. Es decir, en la cúspide fue humilde, se supo frágil y recordó a todos los que le han ayudado a llegar. Hay momentos en la vida de un hombre en los que no se puede fingir; por mucho que te lo prepares te sale lo que eres. Uno de ellos es el fracaso. Para ese estamos todos preparados porque perder es lo más normal en la vida. Pero el otro es el éxito, que es menos frecuente y que cuando llega te desnuda. Por eso tengo debilidad por las personas que cuando llegan a la cima recuerdan a sus mentores como piedras angulares de lo que han llegado a ser. Admitió entonces que quería servir de ejemplo, motivación e inspiración a los jóvenes y dijo: «Da igual de donde vengas si sabes hacia dónde vas. Es mucho más importante lo que tenemos enfrente que lo que dejamos atrás. Solo tienes que confiar en ti mismo, en Dios, tener fe y todo es posible en esta vida. Todos tenemos un propósito; solamente hay que creer, confiar y trabajar por ello».
Previamente le había oído decir que «el que cree, crea realidades», que «si confías en ti, tienes fe y trabajas duro, todo es posible en esta vida» y mensajes de este estilo, mensajes que habrán encendido, supongo, las luces de alarma en el corifeo de fracaso en el que se ha convertido España. A ver dónde se ha visto a un tipo diciendo que hay que tener fe en uno mismo, en Dios y trabajar duro; que se trata de aceptar tus dones y desangrarte en ellos, cumpliendo tu parte del trato; y encima diciéndoles a los jóvenes que da igual de dónde vengan porque solo ellos marcarán su futuro.
No van a perdonarte, Ilia. No van a perdonarte que, pudiendo sumir a los jóvenes, las mujeres y los inmigrantes en la decadencia, prefieras ayudarlos a luchar. No van a perdonarte que, en lugar de victimizarlos, los responsabilices de su futuro. Y no van a perdonarte tu fe en el individuo. Así que yo te doy las gracias por ello. Pero, sobre todo, por convertirte por un día en Gulliver y recordar de qué va la vida a este país de los enanos.
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