LA SUERTe CONTRARIA
Tenían razón en el bar
Esto era muy frágil. Ha bastado un hombre sin escrúpulos para cargarse la farsa
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Dice Camacho que «muchos españoles dejarán de creer en la Constitución si el TC de Pumpido avala que su letra o su espíritu permitan a un Gobierno aprobar leyes en beneficio de sus socios o amigos (…)». Bien, creo que se queda corto. No se ... trata de «muchos españoles» sino de «todos los españoles». No habría un solo español –más allá de los locos o de los tontos– que pudiera seguir creyendo en la Constitución si el legislativo aprobara una ley contraria a la Carta Magna y el TC no estimara las alegaciones presentadas en el recurso de inconstitucionalidad. O sí, entiéndanme, pero del mismo modo que hay gente que cree que Elvis está vivo, que la tierra es plana o que el PSE no pactará con Bildu. Cuatro friquis.
Uno se ha cansado ya de contrarrestar argumentos cuñadiles en el bar. «Pero si esto es un cachondeo, hombre». «Que lo tienen todo atado entre ellos para llevárselo crudo, José». «Que aquí no hay democracia ni separación de poderes ni nada, chaval, que esto es una merienda de negros». «Yo ya hace años que no voto. ¿Para qué, si no sirve para nada?». Y tal. Tenían que haberme visto mis réplicas de buen chaval. Tenían que haber presenciado mis alegatos a favor del sistema, mis arengas setentayochescas, mis palabras frías y tecnócratas desde la atalaya de la democracia. «A ver, de verdad, que parecéis podemitas. Que esto es más serio. Evidentemente si el Gobierno propusiera una ley anticonstitucional, no darían de paso a su tramitación ni los letrados del Congreso ni luego la mesa ni la propia presidencia. Pero es que ni siquiera su grupo parlamentario votaría algo así, el propio PSOE diría que no, no van a poner en riesgo la democracia, sería su fin. Eso sería muy grave. Pero vamos, en el improbabilísimo caso de que todo eso pasara, el Constitucional diría que no. El sistema es mucho más fuerte de lo que creéis, pedazo de cuñados».
Ah, qué tiempos. Hablaba como un adolescente en flor, como si el amor residiera en mí y fuera yo quien llenara de luz la propia primavera. Y mírenme ahora, escribiendo los versos más tristes en esta noche de invierno sin esperanza ni recurso.
La realidad es que tenían razón en el bar. Esto era muy frágil y dependía solo de la buena fe. Ha bastado un hombre sin escrúpulos para cargarse la farsa. La constitucionalidad de cualquier ley hoy en España no depende de la Constitución sino de la mayoría que en ese momento exista en el TC. Es decir, da igual lo que el pueblo español haya aprobado en referéndum porque, en último recurso, la soberanía nacional la ostentan los once magistrados del TC, que son quienes, de modo arbitrario y sin ningún tipo de control, aceptan como constitucional lo que le interese al Gobierno. Y si eso es así no hay democracia en España, la Constitución no existe y somos un Estado fallido en el que el pueblo está desprotegido ante los abusos de poder de un sistema corrupto y totalitario. Y ya sabemos cómo acaba eso. Cuando a un pueblo le roban la democracia, lo menos preocupante son las piñatas.
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