LA SUERTE CONTRARIA
Me lo merezco
Primero el talento, el esfuerzo y la inteligencia. Y después sus consecuencias; ese es el orden correcto
'The Bear' Alcaraz
La nueva guerra fría
El otro día comí en Portuetxe, restaurante donostiarra que no conocía y al que prometo volver en peregrinación siempre que me resulte posible. Reconozco que, por una vez, disfruté mucho. La gente que comemos fuera casi cada día llegamos a un punto abúlico e insoportable ... en el que ya nada te sorprende porque todo es más o menos lo mismo, todo está más o menos bien, más o menos mal, más o menos martes y más o menos viejos. Nada te agrada ni tampoco te incomoda en exceso. Hace años que no miro una carta y muchísimo menos un código QR: yo pido lo que me sugiera la persona que haya elegido el restaurante y todo me suele parecer bien. Y si la persona que ha elegido he sido yo, educadamente explico lo que me ha gustado en otras visitas. Así que, al final, te desensibilizas como un torero sin miedo y las comidas dejan de vivirse como celebraciones de Champions para vivirse como los febreros de un funcionario.
Pero en Portuetxe fue diferente. Además del canon donostiarra que ya se pueden imaginar probé unos chipirones encebollados y unos pimientos del piquillo asados realmente extraordinarios. También fue extraordinaria la cuenta, todo hay que decirlo. «Pero, qué narices, nos lo merecemos», dije en voz alta a mi compadre Peyo, que respondió con cara de Séneca: «No es que nos lo merezcamos. Es que nos lo hemos ganado, que parece lo mismo, pero no lo es». Y tiene razón. Uno está cansado de escuchar a esa gente que dice que la afición española se merecía esta Eurocopa, como si la inglesa, la belga o la georgiana se lo merecieran menos. Eso de «me lo merezco» solo se lo permitimos a Michel tras aquel 'hat-trick' a Corea del Sur en el 90. En el resto de bocas, la frase suena a 'influencer', a votante populista, a una de esas personas que creen que son especiales y que el mundo les debe algo por el mero hecho de existir. Y, sin embargo, «me lo he ganado» alude a lo contrario, a que primero se crea el valor y luego se disfruta de sus frutos. Ese es el orden correcto; primero el talento, el esfuerzo y la inteligencia. Y después sus consecuencias. Exigir algo sin haber creado previamente el valor significa no haber comprendido nada y seguir instalado en el pensamiento mágico. Y de ahí vienen todos los problemas: estamos rodeados de gente que cree que lo merece todo pero que no se gana nada. Ese sentimiento surge directamente del ego, de la soberbia y de la arrogancia, mientras que el otro nace de la humildad, del agradecimiento y de la gratitud.
Es necesario educar a los adolescentes –los hay de todas las edades– para que comprendan que nadie merece nada 'per se' y que todo lo que ellos asumen como 'normal' es, en realidad, algo aspiracional y anecdótico; que todo hay que ganárselo, que hay que ser más humildes, más agradecidos y menos egocéntricos. En realidad, el populismo se cura en casa. La estupidez también. Y si lo logramos, cada vez que entren a Portuetxe celebrarán la amistad como héroes, en lugar de pasar por la vida haciéndose fotos como esclavos.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete