la suerte contraria
Mbappé
El mundo se divide en dos clases de personas: los que triunfan y los que nunca han pasado por una mala racha
Agrupémonos todos en la lucha final
Una generación sin conexión
El mundo se divide en dos clases de personas: los que tenemos el síndrome del impostor y los impostores. Tengo la sensación de que Mbappé no es un impostor, por lo que necesariamente debe de sentirse como tal. No es necesario recordar que, a ... lo largo de una carrera prolongada, todo el mundo tiene malos momentos. Y más si el trabajo en cuestión depende del talento, que no es un grifo que se abra y se cierre a demanda sino, más bien, un regalo, un suceso improbable que inexplicablemente se repite una vez tras otra. Porque todo es don, todo es gracia. No sale de nosotros, viene a nosotros. No se crea, se recibe. Y como no nos pertenece, conviene no acostumbrarse a ello y aceptar con naturalidad que, eventualmente, es el manantial y no el grifo lo que se seca. Cuando eso sucede, conviene seguir adelante con dignidad, humildad y el mayor silencio que seas capaz de juntar. Lo contrario, es decir, sentirte especial, diferente y cacareando tonterías con esa soberbia que Dios reserva a los gilipollas, implica no haber comprendido absolutamente nada. En palabras de José Hierro, no eres dueño sino hermano menor de cuanto nombras.
La diferencia está en que cuando usted tiene un día malo en el trabajo no se entera nadie y cuando lo tiene Mbappé lo ven en directo cientos de millones de personas en todo el mundo. Y en su caso la agonía no termina, como en el nuestro, haciéndonos un ovillo, poniéndonos en posición fetal y metiéndonos en la cama hasta el lunes. Muy al contrario, cuando su trabajo termina, comienza el verdadero drama, los análisis de las jugadas, las cámaras superlentas y las miradas al suelo con los brazos en jarra y la mente en blanco. No debe de ser sencillo. Porque en esos momentos uno no piensa que es muy bueno y que lo acabará demostrando –que el bache es la anécdota– sino que siempre ha sido muy malo y que solo ahora la verdad se percibe con nitidez. Es decir, que la anécdota fue el éxito. Sospecho que la tristeza se llevará mejor con unos cuantos millones de euros en el banco, pero me temo que ni todo el dinero del mundo te libera de la sensación de sentirte incapaz, sin fuerzas, ideas ni soluciones.
Pero todo es falso. De nuevo José Hierro: «Lo has olvidado todo porque lo sabes todo». Kylian, tienes solo 25 años. Yo con esa edad era presa de ataques de pánico constantes y pensaba que sería incapaz de hacer nada en mi vida. Un día los ataques se fueron y no volvieron, aunque todavía me den miedo las aglomeraciones y en los toros me pase cinco minutos trazando un plan para una salida de emergencia. Si todo va bien te quedan quince años recorriendo el mundo y levantando Copas de Europa con una camiseta blanca. Nosotros estaremos aquí para celebrarlo. Y, entonces, miraremos atrás, recordaremos este extraño otoño y nos reiremos de todos los que pensaron que se te había olvidado jugar al fútbol. Porque el mundo se divide en dos clases de personas: los que triunfan y los que nunca han pasado por una mala racha.
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