la suerte contraria
Un inmenso baño de sangre
Mi enemigo no es quien mata cuando se siente atacado. Eso lo podríamos hacer cualquiera
Ansiedad (10/10/23)
En defensa de Rajoy (8/10/23)
El mundo no se divide entre derecha e izquierda, entre projudíos y promusulmanes o entre gente que odia a Israel y gente que desprecia más a los 'moros'. Nada de eso. Ese es el humillo de la agenda tuitera, la propaganda de dos bandos ... de halcones en busca de conejillos y el murmullo falaz de las redes y de esa desinformación tóxica, manipuladora y sectaria de la que ya es imperativo huir como única esperanza de seguir respetándose a uno mismo al final del día.
El mundo se divide entre un inmenso bando de hijos de puta y uno mucho más pequeño en el que se encuentra la luz, la Cultura y la tolerancia. Eso es todo. Por supuesto, todo lo anterior va unido y allá donde hay una búsqueda por la sofisticación intelectual, suele llegarse, por extensión, a la virtud moral. Y viceversa: donde hay bonhomía, códigos y respeto por el prójimo suelen germinar la Cultura, las luces y la sutileza de la verdadera erudición. Decía Nietzsche que «lo grande sólo actúa en lo grande; así el correo de antorchas de Agamenón únicamente salta de cumbre en cumbre». La moral es el efecto secundario de la inteligencia. No suelen aparecer por separado. Tampoco sus contrarios y el integrismo, el fanatismo y el fundamentalismo no son capaces de crecer más que en tierra baldía, en la ignorancia ajada y en el olorcillo a pies de la radicalidad. La maldad se reboza en la estupidez.
El bien es transversal y se encuentra en el mundo musulmán, en el judío, en el cristiano y en el ateo. El mal, también. Poco podemos hablar de superioridades morales en el cristianismo. La superioridad de Occidente no es solo herencia judeocristiana sino, fundamentalmente, de la Ilustración y de las revoluciones que dieron paso a los estados liberales, esos con los que quieren acabar tanto la extrema derecha como la extrema izquierda en una hermandad que comienza repartiéndose el odio y termina compartiendo un charco de baba. El cristianismo, solo, no es capaz. Necesita el paso al estado liberal. Como prueba, Rusia.
Cualquier católico debe sentirse avergonzado del matrimonio entre la Iglesia y el régimen franquista. Todavía estamos pagando el daño que la Iglesia hizo a tantos escudándose de modo perverso en nuestra religión. Y, hoy por hoy, los católicos tenemos que seguir viendo a algunos energúmenos que hablan en nombre del catolicismo cuando, en realidad, son sus mayores enemigos. Del mismo modo, la extrema izquierda cultivada –posible oxímoron– ha de sentir la inmensa vergüenza de ver cómo toda un tradición ha terminado justificando el terrorismo y en manos de la indigencia intelectual de una tal Yolanda.
Mire, llegado el caso yo soy capaz de matar para defender a los míos. Usted también. La historia nos muestra que el ser humano es una sabandija capaz de todo si se dan las condiciones. Mi enemigo, por lo tanto, no es quien mata cuando se siente atacado. Eso lo podríamos hacer cualquiera. Mi enemigo es quien aún no ha entendido que la única alternativa al liberalismo es un inmenso baño de sangre.