LA SUERTE CONTRARIA
El desprestigio
Me preocupa no solo la alarmante falta de humildad que subyace en el entorno socialista sino su absoluta desconexión con la realidad
Petrogrado II
No todo tiene solución
Yo no sé qué pasará por la cabeza de Escrivá para aceptar voluntariamente este desprestigio. Yo no sé en qué estará pensando para interpretar que de algún modo le beneficia acabar su carrera como integrante de la 'famiglia' de un mediocre del tamaño de Pedro Sánchez ... , un político de quien el futuro dirá poco y nada bueno. Yo comprendo que hay trenes que solo pasan una vez en la vida. Afortunadamente, añadiría, porque si tienes 64 años y a lo largo de tu carrera has acumulado cierto prestigio no hay ningún motivo sensato para subirte a ese tren cochambroso y descarrilado y dilapidarlo por un ataque de soberbia más propio de una vedette que de alguien serio. No, no hay nada de prestigioso en convertirse en un títere del sanchismo, en un apéndice de este populismo cutrón ni tampoco en poner tu nombre a las puertas giratorias de la entrada. Se supone que el gobernador del Banco de España debe ser alguien no solo capacitado sino independiente. Entre otras cosas porque le va a tocar pronunciarse sobre medidas que él mismo ha tomado, poniendo en serio riesgo el prestigio de la institución a la que ha de servir. Y por más que se empeñe, resulta evidente que el extitular de las carteras de Seguridad Social, Migraciones, Transformación digital y Función pública de los gobiernos de Sánchez ni es independiente de él ni puede haberlo sido.
Me preocupa no solo la alarmante falta de humildad que subyace en el entorno socialista sino su absoluta desconexión con la realidad. Tengo la sensación de que se ven a sí mismos como gente preparada, abierta, atufados por ese postureo anti Lamborghini de los pijillos progresistas, que son como los otros, pero con ojeras. La realidad es que todo lo que toca el sanchismo huele a pies, a rencor combinado con Carolina Herrera y a escena de 'Los hermanos Karamázov'. También el historial laboral de los que, de un modo u otro están formando parte de la demolición de las instituciones del estado y, por lo tanto, de nuestro país. Entre ellos Escrivá, que quizá se veía a sí mismo como Jean Monnet pero que al final va a ser recordado como un Boris Shcherbina haciendo crucigramas en la calle de Alcalá.
El sanchismo está acabado. Puede durar dos o tres años más, sí, aunque no lo creo. En cualquier caso, lo hará sin capacidad para sacar adelante ninguna ley, sin presupuestos, internacionalmente aislado y cercado por los escándalos de corrupción y el intento desesperado por acabar con la Constitución del 78. Sobrevivirá haciendo el ridículo, como esas mujeres incapaces de asumir su propia tragedia. No tardando el propio PSOE nos intentará hacer creer que nada de esto ha sucedido y que Sánchez solo fue un accidente. Quizá algunos incautos se lo compren. Pero, en cualquier caso, quedará la mancha en los currículos de gente que, como Escrivá, creían que ser gobernador del Banco de España por designio pedrista era algo que daría puntos delante de los vecinos. Cuando, en realidad, hace tiempo que no entran en el ascensor para no coincidir.
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