la suerte contraria
Crítica de la razón impura
No todo es opinable. No todo es afectivo, sentimental ni emocional
Recuperar la dignidad y la memoria
Un mundo sin conciertos
Yo siento afecto por mi familia, por mis amigos y por Lucas Vázquez. También por mi gata, bellísima, aunque potencialmente asesina, en la línea de Uma Thurman en 'Kill Bill'. Una verdadera hija de puta. Siento también cositas por Curro, por Guti y por Alex ... Turner, el de los Arctic Monkeys. Pero, qué quieren que les diga, al contrario que la izquierda, yo no siento nada por ningún político. Es posible que me haya convertido en una bestia, en una criatura repugnante, en una abominación lovecraftiana, que diría Luis Alberto de Cuenca. Y ya que estamos confieso que tampoco sé qué es la 'democracia de los afectos'. A mí me gusta la democracia de toda la vida, la del imperio de la ley y la separación de poderes, una democracia convencional como de registrador de la propiedad. Pero si ya resulta complicado mantener relaciones sentimentales con las personas imagínese con los conceptos. Me cuesta sentir cosas por los sustantivos, por los adverbios, incluso en sus variantes prosopopéyicas. Pero grito, con Salinas: ¡Qué alegría más grande vivir en los pronombres!
De momento, cuando oigo hablar de 'plebiscito afectivo' me echo la mano a la cartera. Posteriormente al revólver. Y, por último, a la boca, para que no se me noten las risas. Hemos tocado fondo. El triunfo de los argumentos emocionales ha llevado a la sociedad a un guion como de actores de 'Sensación de vivir' en busca de un proyecto de salvación. Vemos hoy cómo la mezcla de lo personal con lo político, la instauración del paradigma puritano post-15M y la sentimentalización de la política han derivado en un gran riesgo para la democracia en cuanto a que el sujeto soberano es menor de edad y, por lo tanto, incapaz de obrar. Es descorazonador ver al presidente abandonar la racionalidad para instalarse en una actitud de adolescente entregado a la pornografía emocional. Pero peor aún es ver al PSOE convertido en El Palmar de Troya, de romería, pidiendo a Evita que salude en el balcón.
La implosión del comunismo llenó el mundo de residuos viscosos. Uno de ellos es la sentimentalización, el abandono de la racionalidad y la política entendida como horóscopo y no como intento de mejora material de las condiciones de vida. Cuando todo esto sucede, la masa se vuelve irracional. Y entonces le ríe las tonterías a Zapatero, ya saben, «la democracia de los afectos frente a la del odio». Y convocan una marcha por el amor. Y le dicen a un tipo de 52 años con las mandíbulas a punto de reventar y los nudillos pelados de bregarse en el barro (sic): «Vuelve, la democracia sin ti duele».
Urge abandonar este espectáculo y abrazarse a la razón, a la ciencia y a la Cultura. Volver a la supremacía del conocimiento frente a la superstición. No todo es opinable. No todo es afectivo, sentimental ni emocional. El romanticismo reaccionó contra la Ilustración y derivó en comunismo, nacionalismo y fascismo. Pues nada, a ver si lo repetimos. Con un poco de suerte el siglo XXI nos sale como el XX. Pero con Patxi hablándonos de amor.
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