LA HUELLA SONORA
O César o nada
Me da igual lo que hiciera Ruano o Celine, me da igual lo que hiciera Cervantes para ir a la cárcel, no me importa si Verlaine disparó a Rimbaud. Nos interesa su obra
La noche americana
![César González-Ruano](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/opinion/2024/01/05/ruano-Rxki3qmGVKeGINtZN8KBZTM-350x624@abc.jpg)
No hay nada mejor que leer a Ruano, pero no hay nada peor que leer sobre Ruano. Y no porque su vida no tenga interés. Muy al contrario, la vida de César Gónzalez-Ruano es una vida de película, repleta de giros de guion, de ... intensidad emocional y de acción. Recuerda a aquello que decía Hermann Hesse en la introducción a Sidharta: «Mi historia no es agradable, no es suave ni armoniosa como las historias inventadas; sabe a insensatez y a confusión, a locura y a sueño, como la vida de todos los hombres que no quieren mentirse más a sí mismos». La vida de Ruano tiene mucho de eso: de secretos inconfesables, de remordimientos y de traumas de base. Es un farsante, un sablista y un pícaro recién sacado de una novela ejemplar que comienza en el Madrid bohemio de principios de siglo y termina en el desarrollismo sesentero. Sus éxitos son sonoros y escandalosos, como su talento, que era inabarcable, indisimulable y profundo. Su sensibilidad lírica, su prodigiosa capacidad para la metáfora y la maestría con la que escogía tema y ángulo son sencillamente insuperables. Es uno de esos autores cuya lectura provoca unas ganas terribles de cerrar el libro y mandarlo todo a la mierda porque sabes que se te están escapando cosas, que no llegas, que no estás siendo capaz de aprender todo lo que puedes y que te están dando el mapa de la isla del tesoro y ni aún así eres capaz de encontrar las joyas.
Sus éxitos son sonoros, decía. En cambio sus fracasos son silenciosos, cutres, tremendamente vulgares. Tanto como la época que le tocó vivir. Todo ello impregna su vida de un tono mediocre, miserable y decadente. Por supuesto es muy diferente la sensación que te dejan sus diarios o sus memorias -él contando su propia vida- que la que te dejan las biografías escritas por terceros. Yo he leído varias. La última la de Javier Varela ('La vida deprisa'. Fundación José Manuel Lara). Es un buen trabajo, meritorio y tan repleto de datos y detalles que, en ocasiones, resulta excesivo. Y, sin embargo, no aporta grandes luces sobre los temas fundamentales. Y ahí es donde quería llegar. Leer sobre Ruano hoy parece limitarse a esquivar o profundizar un tema: su presunto colaboracionismo con los nazis. De ahí el hartazgo. Nadie ha podido demostrar nada y, conociendo al personaje, tengo el convencimiento íntimo de que Ruano, en esa época, fue simplemente un timador, alguien buscándose la vida en el horror de la Segunda Guerra Mundial y en el hambre de la Francia ocupada. Vendía pasaportes como vendería cuadros falsos, divisas o latas de atún, de haberlas tenido. Pero no creo que haya nada más y, desde luego, no formaba parte de ninguna red ideológica porque Ruano no tenía ideología y si su obra muestra algo es poco sectarismo y una profunda falla intelectual. Es un cínico que no sabe de política, no entiende de corrientes filosóficas y además no le interesa.
Que la izquierda de este país cancele a alguien por antisemita es de un cinismo y una hipocresía insoportables
Y, sin embargo, es el mejor. Ruano es el escritor de lo pequeño, del punto de vista, de la sensibilidad ante la vida sin fuegos de artificio. En él van a morir Larra y Baudelaire. Y en él van a nacer Umbral, Alcántara e incluso Del Pozo. Y el resto, claro, de él nacemos todos los que nos medimos cada mañana con un género tan ecléctico, cruel y español como es el columnismo. Por eso, además de admiración, siento un profundo cariño ante alguien tan humano e imperfecto. Sus enfermedades, sus adicciones y muchos de sus errores fueron consecuencia de haberse entregado por completo al columnismo, con lo que conlleva: inestabilidad, inseguridad, ansiedad, insomnio, presión máxima, soledad extrema. No puedo evitar sentir respeto y cariño ante el gran maestro. Y, por eso, su cancelación es particularmente dolorosa. Que la izquierda de este país cancele a alguien por antisemita es de un cinismo y una hipocresía insoportables. Si fuera por eso, deberían darle un premio. Pero, en cualquier caso, aunque todo fuera cierto, no le resta un ápice de calidad a su literatura. Me da igual lo que hiciera Ruano o Celine, me da igual lo que hiciera Cervantes para ir a la cárcel, no me importa si Verlaine disparó a Rimbaud, si Flaubert tenía sexo con adolescentes, si Dickens era insoportable, si T. S. Eliot era antisemita o Locke esclavista. Nos interesa su obra. Es cierto que él trabajó sin descanso para tener una leyenda negra. Y ahí la tiene. Pensaba que eso le haría inmortal y tenía razón. Su cancelación ha resultado solo una elevación a los altares. Por eso hay que recuperar el Premio González-Ruano de columnismo cancelado. Y dejarlo eternamente desierto. No se me ocurre un final más ruanesco.
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