LA HUELLA SONORA
Buena suerte, Morante
Quizá en lo que nosotros vamos y él vuelve podamos encontrarnos en un punto medio y brindar por la vida
Morante de la Puebla deja de torear «hasta que su salud lo permita»
![Morante, esta temporada, en la primera corrida de San Isidro](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/opinion/2024/06/08/morante-ok_20240607201642-RYsgzNa9uez27e6BcVHjhdJ-1200x840@diario_abc.jpg)
A Morante le he oído decir que no torea como es sino como quiere llegar a ser. Es complicado para mí captar el verdadero significado de algo tan profundo, de una humildad tan grande y una sensibilidad artística tan descomunal. En términos psicoanalíticos, el ... que torea no es él sino su ideal de sí mismo, una figura referencial que le sirve de guía.
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Supongo que por eso torea como torea, porque se olvida del cuerpo y lo que nos muestra no está sujeto a lo físico sino solamente a lo espiritual, a una idea. Quien hunde el mentón en el pecho para ver pasar en trance a la mismísima muerte no es estrictamente él sino la persona en la que sueña convertirse. Recuerdo aquel monólogo de David Carradine en 'Kill Bill': «Batman es en realidad Bruce Wayne, Spiderman es en realidad Peter Parker. Cuando ese personaje se levanta por la mañana, es Peter Parker. Tiene que ponerse un disfraz para convertirse en Spiderman. Y es ahí, en esa característica, donde Superman es único. Superman no se convirtió en Superman. Superman nació Superman. Cuando Superman se levanta por la mañana, él es Superman. Su alter ego es Clark Kent». Ahí radica la genialidad del genio: Morante siempre es Morante. Su poder no viene del traje de luces, podríamos decir que ese traje es el equivalente a nuestro desnudo. Otros se ponen el disfraz para pasar desapercibidos, pero él, para eso mismo, se lo quita. Su verdadera identidad es la idealizada, que es la creativa sublimada.
Esta fatalidad de fondo la llevamos viendo un tiempo en sus ojeras, que son la representación profunda de la oscuridad de un misterio
Por eso él no es alguien que hace arte de vez en cuando. Él nos dice que solo es él cuando se viste de torero, cuando se convierte en su ideal y se juega la vida para expresar su misterio. El personaje, en todo caso, es el otro, el que camina a nuestro lado tratando de hacerse pasar por uno más. Sin serlo. Para el común de los mortales, el ideal del yo se construye tomando como referencia a los demás. Morante lo construye teniendo en cuenta lo que ya es. Y eso ha de ser devastador. Porque, entendido así, su único reto sería llegar a ser lo que ya es. Su desafío no es ponerse máscaras sino quitárselas, borrar los adjetivos para llegar al pronombre, quemar los retratos para mirar su rostro en el río. Javier Cercas dice que «el auténtico yo del escritor no es el yo social sino el yo literario, el yo que escribe y que ha invertido en lo escrito lo mejor de su talento y su inteligencia». Escribir, torear. Qué más da. Oliver Sacks nos enseñó que «el destino de cada ser humano es ser un individuo único, trazar su propio camino, vivir su propia vida, morir su propia muerte». Tengo la sensación de que Morante nació con eso aprendido, es decir, que nuestra estación de destino es, para él, estación de partida. Por ello ha vivido sentado en lo más alto del lugar al que los demás aspiramos a llegar un día y su camino, ahora, es el inverso. Quizá en lo que nosotros vamos y él vuelve podamos encontrarnos en un punto medio y brindar por la vida. De momento, para ponérnoslo un poco más fácil, ha puesto punto final a la temporada, como esperándonos. Dice que no es definitivo sino indefinido, que es como cuando las parejas se dan un tiempo. Pero, en su caso, se da un tiempo a sí mismo desde la cumbre de su grandeza. A ver si es capaz de encontrarse.
Esta fatalidad de fondo la llevamos viendo un tiempo en sus ojeras, que son la representación profunda de la oscuridad de un misterio. Desde ahí es desde donde llega el arte, el verdadero arte. Decía Lorca que «el duende no llega si no ve posibilidad de muerte». La tragedia de una genialidad tan extraordinaria es que viene con un punto de sufrimiento. La depresión no es ningún juego, quien ha pasado por ahí sabe que no tiene que ver con estar triste sino enfermo, lleno de dolor, sin esperanza. Cuando sucede, la cabeza deja de funcionar, se da literalmente la vuelta, falla el sistema y pierdes hasta el instinto. Pero se curará, no me cabe duda. Dios y el arte –posible pleonasmo– surgen en los estados profundos del alma. Así que vamos a esperar lo que sea necesario. Y si se acabó aquí, gracias por todo. Te deseo lo mejor, Maestro. De corazón. Y te doy las gracias por tanta verdad, por tanta belleza y por recordarnos que solo somos una locura privada, almas oscuras, niños ciegos perdidos en la noche. Apenas eso.
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