Torrentera

En las tragedias los conoceréis, y en las tragedias los hemos conocido. Nos hemos conocido. Y en éstas, el derecho tranquilo al pataleo es convertido en un anatema, una justificación para la inoperancia y una certeza de que estamos en manos de los peores desde que Fernando VII se daba sus caprichos. Y lo sabemos por decreto nacional o autonómico. Esta Casa ha estado y está allí, pateando el barrizal bajo el lema de que la verdad nos hace libres. Ha vivido y ha contado el Hiroshima del Mediterráneo. Llevan mis compañeros los ojos y el alma como los soldados que volvían de las trincheras de Verdún. Y sin embargo, yo sé que algo puede que haya cambiado; quizá el milagro de que España casi es imbatible cuando llega al desfiladero.

De la tragedia de Valencia siempre recordaremos qué hacíamos cuando el cielo la tomó con una tierra de alegría, como qué hacíamos aquel julio que nos arrebataron a Miguel Ángel Blanco. El ciudadano de bien que digo ya exige luz y taquígrafos, y es bueno que del 'meme' haya pasado a la frase con contenido mandada desde el telefonito. Luego vendrán los Tezanos a sueldo y dirán que fueron cuatro gotas. Unos hilillos. El bombo de Broncano. 'El ventorro' de Mazón. La escombrera de siempre y los matones a diestra, a siniestra y a esteladas 'guerracivileando' con puños americanos y pasamontañas en este solar que nos ha quedado tras la torrentera. Hasta que llegue el nevazo. Que tampoco veremos venir.