La pisabién
Qatar
Ni esto es un Mundial, ni yo soy el mismo

YA no queda verano, ya no quedan islas, que creo que dijo ese gran portero pensante que fue Camus. Queda esta cosa desnaturalizada de Qatar, un lujo en el secarral y un churro organizativo, cutre, machista a pesar de los petrodólares. Y es que todo ... Mundial debe ser el prólogo al verano, la decepción de cuartos, cruces imposibles y cruces deseados.
Pero darle a la pelota en una nevera con alemanes nacidos en Lahore por una entrada y cuatro perras –si hay suerte– es puro Berlanga.
Y mientras, debutamos hoy con peloteros ignotos, y ésa es la decadencia más dramática que podemos imaginar. Duró poco lo que arrastró España 82, algo más los Juegos Olímpicos, apenas cuatro años la euforia después de Iniesta: héroe que devino a agricultor como en un capítulo de 'El Quijote'.
Lo previo a este Mundial ha sido Luis Enrique, ahí, con sus cascos, su micrófono y ese haberse encontrado consigo mismo, ese gustarse después de que Tassotti le diera en las narices cuando Italia era la bestia. La previa del Mundial es que, para mí, no ha habido previa y en los autobuses se habla más de la chapuza jurídica del sí es sí que de fútbol: esa religión que nos movió el alma antes de que el Sida chino nos volviera mohínos y tristes de solemnidad.
Qué fue (Ubi Sunt?) de las galopadas de Pelé, del Pelusa y el gol de la mano de Dios, y décadas después ese gol celebrado en un estado alterado de la conciencia (sniff) que se llevó a la Argentina por delante, dopada cuando ya había asumido la buena retórica del pobre Coco
Basile. Fue la mejor Argentina, no obstante, aunque a Maradona «le cortaron las piernas» y quizá la vida. Como ayer a Messi.
Un Mundial ya no es lo que era, insisto. Un previo al verano, cuando en las suaves noches de junio, con la ventana abierta, escuchábamos en la radio la ilusión de Kiko o de Joaquín y las bravuconadas varias de Clemente.
Hoy nada queda, ni siquiera es junio, ni esto es un Mundial, ni yo soy el mismo. Al fútbol no hay que pedirle que sea una vanguardia de Occidente, pero tampoco un palanganero de satrapías, querido Infantini.
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