LAPISABIéN
Mudanza
Una mudanza trae tanta tristeza de verano que se me hielan todas las brisas de la siesta
El Dandi de Barcelona
La niña
Ya no (les) pasearé más por mi viejo barrio. Ese donde los pescadores se tatuaban palabras de amor, anclas, y a ellos, que no sabían leer ni nadar, yo los miraba echarse a la mar desde el balcón. Ya no veré más, o las veré ... como turista urgente, esas sardinas en espeto que nos dijo el maestro que eran gotas del mar a la brasa. Ya sé definitivamente que se ha movido el suelo de mi infancia, ni siquiera sé dónde queda aquella biblioteca mía con tanto Umbral.
Una mudanza, aunque sea la materna, trae tanta tristeza de verano que se me hielan todas las brisas de la siesta. Mi casa ya no es mi casa, cantaba Lorca, y el discreto hogar familiar, ahora, recibe las campanadas de un convento cercano por donde quizá se paseara una filósofa. Ya tiramos el añoso sofá, el que me contempló de crío ver caer el Muro, ver caer por última vez a Sánchez, y al sofá ya le lloré lo que había que llorarle.
La infancia es un jardín que se juega de mayor y, ahora, la casa no se me va de los 'dormires'. Aquella es la casa la misma que les dije que queda muy cerca de aquel lugar en el que un agosto, atroz, falló un detonador de ETA. Sería cuando los bárbaros socializaron el terror, aquel verano peligroso, como tantos, en que los niños del sur repetíamos aquello de operación Jaula y nos mataron a un concejal bonachón, a ocho kilómetros, para que asumiéramos en tierra de sequía el sirimiri de la sangre.
He perdido, y hoy tomo conciencia, la casa, el barrio, la niñez. Una taquicardia como una sombra me corroe el pecho. He extraviado libros, alguna medalla, la foto con Pepe Domingo Castaño en Gran Vía. El descanso no es descanso en este no lugar donde ni me encuentro ni me encontraré. En el pueblo donde mi madre ha ido a vivir, citado en 'El Quijote', el mar queda algo lejos, hay algunas cafeterías que nombran lugares exóticos allá por el Pacífico y una sierra tremebunda detiene el viento del norte. Se desayuna con severidad y a mis cuatro esquinas cotidianas les han cambiado los acentos. Ando perdido en el reseteo. A ciertas edades, ser errante duele doble.
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