Lapisabién
Lo de Illa
A Salvador Illa la historia no lo juzgará, ni a Fernando Simón. En la España de la pachorra, la presunta investidura de Illa no va a más que a un chascarrillo a la hora del café con aliño espirituoso, cuando los que vencieron al ... virus chino se ponen el mono de trabajo en la mañana de Badalona y van mancos y cojos, sin saberlo, por el país desigual que los acoge. Salvador Illa arrastra esa suerte de los hipotensos, miopías calculadas y un recuerdo como icono de los peores momentos de aquel secuestro civil del que 'salimos más fuertes'. O más mansos.
Si este lunes las juventudes de ERC le dan el visto bueno, el PSC no habrá hecho más que lo que lleva en su ADN. Nadie puede extrañarse; el partido federado, la esquina indómita y gafapasta del socialismo español tiene estas cosas, y con ellas se ha convivido desde que tengo recuerdos, cuando en los ambulatorios con desconchones yo pensaba España y se me aparecían prohombres como José Montilla, como Iceta y su leyenda llena de hemerotecas, serpentinas y de los ecos de las cañerías. Con Iceta, al menos, se podía sacar literatura y saberse ante un pícaro lego salidito de un bailongo del Paralelo.
Salvador Illa vende, por vender, un mirar de mártir ante el cadalso, lleva como una tristeza implícita y Cataluña lo que menos está, ahora y en la hora de nuestra suerte, es para melancólicos con las lentes empañadas. La España que no sacó las cacerolas al balcón le arrojaba masas de pan crudo, bolas de papel higiénico y mascarillas cada vez que él y Simón se hacían un directo. Lo peor es que ellos no tuvieron noticias de esta manifestación popular. Dormir con el independentismo racista de ERC no trae nada bueno, acaso el numerito de Puigdemont con el ataque de cuernos amenazando saltar la 'muga' con su melena al viento, como el Nazareno de Cádiz.
Días de la infamia hay muchos. Me suelen caer el lunes, que es día en que el asalto a la Constitución se dispersa en el bregar cotidiano. Ahí, justo cuando la pachorra que digo se vuelve indolencia, y los malos humores no dejan ver el sol.
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