Españolear

Españolear en el tiempo estival da bienestar, genera serotonina y más si está sonando la primera Pantoja. La Isabel Pantoja previa y la inmediatamente posterior a la viudedad, con ese chorro de voz saliendo de una Telefunken a pilas al lado de una cocina de patio interior. Españolear no supone nada más y nada menos que poder opinar sobre ese Watergate presunto y público de Moncloa. Allá donde luce un colchón nuevo y resiliente, que huele a 'tutti fruti', a la verita de donde los emprendedores más cercanos se reúnen con carpetas que habría que leer para buen provecho del texto impreso. Imaginamos que de cartón y con cuatro ideas comunes sacadas de la muy citada Agenda 2030, conocida por sus pins y el por personal que los porta con escapulario y sin cirio.

A Sánchez, huelga decir, le españolean cuatro gatos en Ferraz, algunos de edad provecta en busca del telele. Da ternura ver a algunos, indefensos y con plan para cuando refresca la tarde ardorosa. En ellos hay nostalgia del pasado invierno, y dice el sabio que las vocaciones fuertes duran toda una vida.

Esto del españoleo, que es una filosofía de vida, viene de largo. Hasta, con sus cosas, españoleaba Julio Anguita que un día, muy en su sitio, me defendió económicamente la unidad de España. Ya digo que con sus cosas mesiánicas y sosteniendo la mirada. Españolear es lo que hace falta, sin complejos, tranquilamente hablando. Hasta que nos dejen, que puede ser más pronto que tarde.