EN OBSERVACIÓN
Trump ha pasado la noche tranquilo
Entre el Papa y la Casa Blanca, a Vox se le pinta un cielo velazqueño
Dana y tuna de la Universidad de Valencia
¿Qué vas a hacer la semana que viene?
Están en un sinvivir –«nada te turbe, nada te espante, todo se pasa»– quienes a deshora se levantan lo que se dice no muy católicos, los unos pendientes de la salud del Papa y los otros, que iban a rezar el rosario a la calle ... de Ferraz, bandera agujereada en mano, muy Patriots, con la zozobra de ver qué melonada se le ha ocurrido de madrugada, hora española, a Donald Trump. A Joe Biden, como a Francisco, lo retrataban de espaldas para que nadie se percatara de que firmaba sus indultos con Autopen. A Trump, en cambio, se le ve venir, rotulador en mano, haciendo barrabasadas. Así no hay quien descanse. Hay que madrugar para andarse con ojo, valga la redundancia, y estar preparado para cualquier contingencia, ya sea del camarlengo, el encargado de martillear la frente del Obispo de Roma en su óbito, o del intelectual conocido como J. D. Vance, autor de la contraversión doblemente contracultural de 'If I Had a Hammer'. Estamos buenos. Todo nos turba, todo nos espanta, nada se pasa.
Hablamos de los de Vox, para más señas, alineados en un antipontificado que puede ir a peor, a ver qué dice un Espíritu Santo que ha abreviado trámites con el 5G, y a la vez involucrados en la Iglesia de la Tecnocasta de los Últimos Días que encabeza el amigo Trump, némesis de la obispa Mariann Budde, que Dios guarde. Hablamos de los de Vox, que se levantan desde hace un mes con la inquietud de un relevo en el Vaticano que lleve al extremo la Doctrina Social de la Iglesia, puro Evangelio, y que para más inri, valga la expresión, en la Casa Blanca se líen la manta a la cabeza y conviertan su vocación patriótica, impasible el ademán, en un contradiós de tres pares de cojones, atributos definitorios de la España que madruga y que pone la radio para ver cómo está el panorama internacional, que ahora parece ser de su agrado e interés. No debe de ser fácil ponerle una vela a Dios y otra al diablo, sobre todo cuando ambas entidades convergen en la misma persona para esa España que madruga y que alardea de la testosterona que le da empaque y paquete. No debe de ser fácil estar al plato de hamburguesas de Trump y a las tajadas de quien reza en el policlínico Gemelli el rosario de espaldas, como la misa preconciliar. Esto no va acabar bien, y lo saben Meloni, Le Pen, Orbán y nuestro Santiago y cierra España. Los inmigrantes, bien; la motosierra, mejor; el mejunje de las identidades de género, de trapillo carnavalero; los subsidios, a mamarla; el Grupo Prisa, en la planta de lencería del Primark de Gran Vía; el aceitazo que vende Pablo Iglesias de la cooperativa de Marinaleda, para hacer jabón y asearse por encima, y así todo.
«Lo estás haciendo muy bien», le dice Trump a Santiago y Cierra la Puerta al Salir. La sartén de hacer 'whoppers' en la Casa Blanca y el cazo de remover migas, atado en corto, prisionero de sí, pendiente de que el próximo Papa, que tarde mucho en llegar a la Iglesia, sea de su cuerda y de su cíngulo, y de que Donald Trump pase una buena noche, estable y tranquilo, sin que su nacionalismo/imperialismo no le juegue una mala pasada a esas monjas sedevacantistas de Belorado que conocemos, qué paradoja, como Patriots.
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