en observación
Del Tribunal Constitucional al Tribunal Constituyente
No es casual que el exministro Campo aspire a incorporarse al órgano que ha de visar las leyes del Gobierno de Sánchez

No es casual que fuera Juan Carlos Campo, en sus tiempos de ministro, y en una buena mañana de sesión de control al Gobierno, quien enseñara la patita de la 'crisis constituyente' que Pedro Sánchez -para el que trabajaba en una nueva versión de 'Todos ... los hombres del presidente'- había planificado para su nuevo proyecto de España. La particularidad de esta crisis, tomada en su sentido más clásico y helenístico -«Cambio profundo y de consecuencias importantes en un proceso o una situación», señala el DRAE en la primera acepción del término-, es su revolucionaria concepción, en la que no aparece un nuevo texto constitucional, como es norma y costumbre, sino que se basa en la creación de un tribunal, una suerte de Comité de Salud Pública, que interprete a su manera, la de Pedro Sánchez, lo que ya está escrito, inmutable en función de las reglas que articulan y dificultan su reforma. En vez de cambiar la Constitución, se crea un Tribunal Constituyente. Pues ya está.
No es casual que fuera Juan Carlos Campo el que llevó a la sala del Consejo de Ministros aquella colección de carpetas y cartapacios, bastante aparatosos, en los que figuraba el guion del indulto concedido a los golpistas del 1-O, coprotagonistas de la misma función de 'Todos los hombres del presidente' que produce Pedro Sánchez. Los separatistas aparecen en la escena de la mesa del diálogo y la convivencia, rodada en interiores y a media luz. Allí se redactan, sin relatores ni testigos desprotegidos, las reformas de los delitos de sedición y malversación. Presos por presupuestos, que dijo Arnaldo Otegi. De la traducción del euskera al catalán se encarga Oriol Junqueras.
El golpe de mano ejecutado por el Gobierno para alterar el régimen de mayorías, amenazar al Consejo General del Poder Judicial y desnaturalizar al Tribunal Constitucional, hasta reducirlo a una oficina de la Administración en la que los funcionarios sellan y visan sus leyes, legitimadas a partir de ahora a través de un simple trámite, representa la materialización de aquella 'crisis constituyente' que anunció el exministro Campo, hoy aspirante a magistrado de un órgano de garantías caducadas, con la fecha -genuina cuenta atrás de un secuestro- marcada por la productora de La Moncloa. Tienen once días de plazo para rendirse. De secuestros puede hablar Otegui en otra escena de esta película.
Cuando Pedro Sánchez acusa al Partido Popular de situarse fuera de la Constitución, o cuando los portavoces de Ferraz aseguran que el PP es ya un grupo antisistema, les asiste la razón de su crisis constituyente y la doctrina, ya escrita, de su inminente Tribunal Constituyente. Con la venia de Europa.
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