EN OBSERVACIÓN
La superioridad de la inferioridad moral
El mundo reza por el Papa justo cuando él ha dejado de pedirlo
Franco está en TikTok
Cierra la verja y suelta a los búfalos
Apenas pasa de 3.000 seguidores la cuenta del Papa Francisco en Bluesky, red social a la que en los últimos meses y con la intención de hacerle un feo muy grande a Elon Musk se han ido mudando los comunicadores y polemistas del movimiento ... Con Viento Fresco. En X, antes Twitter, el Obispo de Roma tiene mucho más cartel, multiplicado por los distintos idiomas –inglés, español, francés, portugués, alemán, italiano, polaco, árabe y latín– en los que desde 2012 el Pontífice, primero fue Benedicto XVI, se dirige a la Iglesia. Duplicados en ambas plataformas, como hacen de forma automática y por otros motivos quienes con un pie a cada lado del charco y el fango no saben si buscar criada o ponerse a servir, los últimos mensajes del Santo Padre son la expresión de su agradecimiento por las oraciones que en número creciente y según se prolonga su convalecencia le dedican los fieles. En ningún momento de esta crisis de salud ha recurrido Francisco, o su 'community manager', sacristán 5G, al lema oficioso de su papado, un 'Rezad por mí' que ha dejado el 'Miserando atque eligendo' de su escudo papal para la heráldica y poco más. El hecho de que los rezos por el Papa se generalicen justo cuando no los ha pedido da la medida y subraya el significado de un mensaje que nunca fue material, sino moral. En vísperas del Miércoles de Ceniza, el Obispo de Roma no pide oraciones por la sanación de su cuerpo enfermo, hecho polvo.
Aquel 'Rezad por mí' con que Francisco se presentó ante la Iglesia, repetido de forma constante desde entonces, constituye una confesión explícita de su debilidad y el reconocimiento de una inferioridad moral que desde el primer momento lo llevó a pedir auxilio, desde el balcón de la Logia y los antípodas de la grandeza espiritual que se supone a quien ejerce de líder espiritual de una parroquia de más de mil millones de personas. Más aún, Francisco desafía con su súplica a quienes se pavonean como altos representantes de lo que conocemos y sufrimos como 'superioridad moral', estadio elevado y cubierto donde predican los falsos profetas. No hay más que ver cómo van cayendo, uno tras otro, víctimas de la hipocresía y la soberbia, los predicadores de la nueva religión –feminismo de abuso sexual, sostenibilidad de avión privado, solidaridad de chalet en la sierra, retiros espirituales de cinco días, venta y subasta de bulas y amnistías, progreso de precariedad, libertad de atadura– para entender el valor de una humildad que no se prodiga, por no hablar de un perdón que los nuevos mesías solo entienden como autoindulgencia.
Mientras convalece en el policlínico Gemelli, el Papa no entona en las redes el eslogan de su reinado, 'Rezad por mí', para evitar malentendidos. «Os agradezco el cariño, la oración y la cercanía con la que me estáis acompañando en estos días», escribió su monaguillo telemático hace hoy nueve días. «¡Gracias por esta cercanía y por las oraciones de confortación que he recibido de todo el mundo!», anotó al domingo siguiente, segundo y hasta ahora último parte médico y espiritual de quien ha insistido en mostrar el valor de la debilidad en un mundo de fortalezas.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete