EN OBSERVACIÓN
Sor Ye-Yé, Draghi y también Bergoglio
El Papa aboga por el déficit cero y los recortes frente a la UE del manguerazo
Y ahora, el paquete
Nuestro monumento a la víctima desconocida
El modelo de monarquía electiva –«Extra omnes!»– que articula la sucesión en la Santa Sede quizá no se acomode a los estándares de lo que en un ejercicio de redundancia, hipocresía y camuflaje semántico entendemos ahora por 'democracia liberal', pero tampoco estamos para tirar cohetes ... quienes participamos de un sistema, cada vez más degenerado, que se sostiene sobre el cabildeo que de espaldas al votante define y perpetúa la partitocracia, también de corte liberal. Ahí tenemos a Ursula von der Leyen, leyendo en el sofá y en 'déshabillé' el informe sobre el futuro de la UE que le encargó a Mario Draghi, el de los manguerazos, ambos socialdemócratas de libro, oportunamente travestidos para la gobernanza popular, aquí pepera. «Vamos a fundirnos 350.000 millones de euros, aunque no los tengamos», dice Draghi. «Me estoy poniendo perraca y bellaca con solo pensarlo, como cuando quedo con Sánchez», responde Ursula. Es lo que tiene la mano invisible e inescrutable del Espíritu Santo. Si sale con barbas, san Antón, y si no, la Purísima Concepción.
Nadie es perfecto, ni siquiera el Papa. Francisco tiene sus cosas, como Benedicto XVI, que tocaba el piano, como Nerón el arpa, mientras ardía Roma. Líder espiritual de una extrema izquierda que hace recortables con la doctrina social de la Iglesia mientras despenaliza la ofensa religiosa –eufemismo generalista para tapar la blasfemia y el acoso a los católicos–, Bergoglio ha satisfecho con su lectura radical del Evangelio a los espabilados que levantaron su chiringuito ideológico sobre las penurias de quienes en una democracia tan sofisticada como la nuestra conocemos como 'los más vulnerables', indignados en la jerga del 15-M y ahora gremio sistémico. Francisco tiene sus cosas, pero acaba de salir por peteneras liberales, y no solo ante su público de puño en alto y despilfarro, sino frente a una Europa que aboga por entramparse por lo socialista y lo quinquenal. Ajustes, recortes, reducción de costes, déficit cero y supresión de lo superfluo, dice el Papa de los pobres, los descolonizados y los inmigrantes. Sinergias, pide el Pontífice del anticapitalismo. Reformas, decreta el pastor de los desheredados. Estabilidad presupuestaria –la misma del artículo 135 de la Constitución, redactado en Bruselas, hombres de negro sobre blanco–, exige el Papa a sus cardenales. El austericidio, resumiendo, ahora en latín. A apretarse el cíngulo y a dejarse de hostias. Esto lo suelta una Merkel cualquiera y va directa al infierno de las ursulinas y las Von der Leyen. Vamos a volver a vivir por encima de nuestras mangueras, sugiere Draghi mientras la presidenta de la Comisión se estremece por los adentros y por lo sanchista.
Luego está el asunto de la solidaridad intereclesial –«quienes se encuentren en una buena situación que acudan en ayuda de los más necesitados»–, quizás escrito por Francisco para consumo del Episcopado catalán, brazo espiritual de una de las patas, valga el contradiós anatómico, en las que se apoya y se mece nuestro Gobierno. Quién sabe. Es lo que tiene la mano invisible e inescrutable del Espíritu Santo. Están en Roma mirando al cielo, esperando la tercera llegada de Yolanda Díaz, monja alférez de Belorado y agente social, para que los ilumine y les planche el programa de recortes, con vapor de agua del Jordán.
Del río hasta al mar, que dijo Sor Ye-Yé.
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