EN OBSERVACIÓN
Sánchez y su ismo, en el Reina Sofía
No es mal sitio un museo para hacer memoria democrática y celebrar la victoria sobre Francisco Franco
Frasegrama 2024
Cuentecillo navideño del rey sin corte
Estaba Miguel Tellado, el del PP, dándole vueltas a la fecha de mañana, a ver si daba con la tecla de su relación con el franquismo y de su elección como jornada inaugural de los actos conmemorativos del cincuenta aniversario de la victoria. Nada. Ni ... rastro. El Gobierno había reservado para ese día una buena sala del Museo Reina Sofía –en adelante Auditorio Marisa Paredes, justo enfrente de la estación Almudena Grandes, vértice del triángulo del arte de la resignificación– para recordar la histórica derrota de Franco, pero nada apuntaba a una efemérides. Desesperado y a punto de tirar la toalla, hecho un Arias Navarro, el del PP tiró de Wikipedia y también consultó la página de la cadena Ser, fuentes del saber y del estar, hasta atar cabos: parece que el 8 de enero de 1941 se estrenó 'Raza'. Eso iba a ser. Compartido y copiado sin el más mínimo contraste, el dato era incorrecto, para variar, pero no un obstáculo para el Ejecutivo de la ignorancia y el plagio. «Alberto, que ya sé qué es lo de este miércoles. Que ponen 'Raza'. ¿Vamos?», preguntó Tellado, sin hallar respuesta.
Mañana no proyectan nada en el Marisa Paredes. Va ser todavía mejor.
La elección del Reina Sofía como escenario del desfile de la victoria de Pedro Sánchez sobre Francisco Franco aporta al acto un matiz museístico que no puede ser soslayado. Hablamos del centro cultural que conserva la memoria –ahora democrática; oportunamente descolonizada y emasculada– de las vanguardias y los ismos que hace ahora cosa de un siglo articularon la revolución de las artes y las letras, impregnadas de los principios fundacionales y las líneas maestras que los definieron, hasta hacerlos rebosar de discurso. Hablamos –palabras mayores– de fauvismo, cubismo, futurismo, expresionismo, dadaísmo, surrealismo, sinapismo y todo eso, escalonado o revuelto, sobre lienzo o a la remanguillé. Hablamos de sanchismo, ismo que mañana entra en el museo para, como dicen los del gremio del gatuperio plástico, dialogar con las vanguardias históricas, surgidas en un tiempo que de una a otra gran guerra pasó del imperialismo al totalitarismo. De momento cultural, la guerra aquí la pone Sánchez, fundador de un sanchismo que hay que interpretar como arte de la confusión, muy de vanguardia y muy de otro siglo, 'trompe-l'œil' para engañar al más pintado. Ni Felipe, ni Aznar, ni Mariano, ni siquiera Zapatero, cada uno con su ismo, sufijo despectivo en lo político, habían llegado tan lejos. «Cubista, futurista y estridente,/ por el caos febril de la modorra/ vuela la sensación, que al fin se borra,/ verde mosca, zumbándome en la frente», dejó escrito don Ramón María del Valle-Inclán
Que Sánchez acuda a un museo, o a una sala de cine, aunque no pongan 'Raza', es lo de menos, quizá lo de más para quien no pisa la calle ni el barro. Lo que llega mañana al Reina Sofía no es su persona, mero soporte físico de un inquietante 'work in progress', sino su propio ismo, movimiento que lo trasciende. Como Colón cuando creyó haber llegado a las Indias, Sánchez se presenta mañana en el Marisa Paredes con la intención de introducir al gran público en el fascinante mundo del franquismo; no confundir con el ultraísmo. No es consciente el jefe del Ejecutivo de que lo que mete en el museo es su propia obra, el manifiesto que la hilvana y la brocha gorda con que la pintarrajea.
«Estás hecho un artista», dicen a Sánchez los mismos que hasta ayer lo llamaban puto amo e icono.
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