EN OBSERVACIÓN
Y ahora, el paquete
Sánchez alardea de la salud de la misma democracia que dice querer regenerar
El revolcón de Motos
Nuestro monumento a la víctima desconocida
Fue una de las emisoras que Pedro Sánchez suele frecuentar para hacer ejercicios de calentamiento –peloteo en tierra batida y quemada– la que adelantó que este martes llega al Consejo de Ministros el paquete (sic) de medidas para la regeneración democrática que el presidente ... del Gobierno anunció en abril tras cogerse cinco días de baja por berrinche. Además de la vulgaridad manifiesta de la denominación –paquete– de un elemento cuya fonética machirula desafina en el campo de la resignificación, el neologismo y la hipnosis semántica en el que se mueve el Ejecutivo, llama la atención el empeño de La Moncloa por regenerar, eso dice, una democracia que paradójicamente Pedro Sánchez insiste en presentar como modélica y plena, envidia del mundo entero. ¿En qué quedamos?
Como cuando se inventaba los datos de la pandemia, el presidente del Gobierno, doctor en plagios y bulos, utiliza los índices internacionales de calidad democrática en beneficio propio y como tapadera de una gestión que, sin margen para un mínimo desarrollo normativo, se limita desde hace meses a desarticular el sistema de contrapesos que garantiza la salud democrática de cualquier Estado de derecho. La anulación del Banco de España como órgano fiscalizador de las políticas económicas del Ejecutivo es el último logro de una campaña de desarme cuyo objetivo nunca ha sido otro que dejar como un solar, tierra batida y quemada, nuestro sistema de libertades. De RTVE a la Fiscalía, del Banco de España al CIS, del Tribunal Constitucional al Consejo de Estado, el proceso de fusión por absorción de cualquier organismo público con margen de maniobra para ejercer la crítica se ha saldado ya con su aniquilación. «La democracia está siendo asediada», dice Pedro Sánchez en el Congreso, y va y señala a la máquina del fango.
La democracia española va como un tiro, como su economía, viene a decir Sánchez cuando hojea y recita los índices de calidad con los que trata de legitimar una acción de gobierno con la que ya ha convertido en un simple taller ocupacional el organigrama del Estado. No pierde ocasión el jefe del Ejecutivo de repasar en voz alta los rankings internacionales que miden los estándares democráticos para convencer a la opinión pública de que su programa de colonización de los contrapoderes públicos –ya finalizada; ahora está con el Ibex– no representa ningún riesgo. Notable alto, dice Sánchez, artífice y predicador de una democracia plena que ahora considera oportuno regenerar. ¿En qué quedamos?
Quedamos, en definitiva, en que la amenaza son los demás. En lo que al presidente del Gobierno respecta, podemos estar tranquilos en función de las calificaciones que le ponen las agencias extranjeras. Nada hay que temer por su parte. «Nada te turbe, nada te espante», que dejó escrito Teresa de Ávila. La necesaria regeneración atiende a factores externos a su actividad ejecutiva, 'cum laude'. «La democracia está siendo asediada por esas campañas de desinformación y de bulos que tenemos todos en mente», aclara Sánchez, capaz de sacarle los dientes a un ahorcado y de introducir la variable inmaterial del mentalismo –lo que «tenemos todos en mente»– antes de ajustarse el paquete, tomando medidas.
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