EN OBSERVACIÓN
Los juguetes adelantan por la izquierda
La autodeterminación de género deja obsoleto el marco binario del sexismo
Pompa fúnebre y circunstancia sanchista
Begoña Biden o Hunter Gómez
La ya tradicional 'recogida de juguetes a favor de la infancia en situación de vulnerabilidad social', tiesos en lenguaje excluyente, ha estado marcada este pasado fin de semana por la advertencia de los organizadores –profesionales del denominado tercer sector, el mismo que trató de ... dinamizar por lo universitario Begoña, la de los cuarenta euros, muy por debajo del umbral de la vulnerabilidad social– de evitar la donación de productos sexistas y bélicos, no fueran los niños a enfangarse en la fachosfera, los pobres, doblemente pobres por la amenaza que para su «desarrollo cognitivo, emocional y social» –dijo la psicóloga de guardia– representan unos juguetes que desafían el dogma del adelantamiento por la izquierda. Como el veto solo afectaba a los juguetes sexistas y bélicos, los donantes pudieron entregar a los recogepelotas del tercer sector viejos juegos de Quimicefa con los que familiarizarse con los rudimentos de las macroplantas de celulosa contra las que se manifiesta la gente de bidé y chorro de agua por las bajeras, enemiga de ese papel higiénico cuya compra compulsiva anticipa hoy cualquier desgracia contemporánea, arquitecturas con las que levantar casas y tensionar el mercado inmobiliario, tableros de Monopoly con los que introducirse a lo tonto en el campo de la especulación y los fondos buitre o, por no seguir, juguetes sexuales con los que explorar el placer de forma consciente, poniendo el foco en la educación, el autoconocimiento y el cuidado de la salud sexual.
La obsesión por adelantar por la izquierda –«cuanto más acelero más calentito me pongo», dejó cantado el hijo de El Fary, canguro y tutor de niños blandengues– ha terminado por dejar obsoleto un índice expurgatorio que en el ámbito de la juguetería es incapaz de responder al catálogo de dogmas de peluche que, en perpetua mudanza y continua revisión, sirve de guía doctrinal a padres comprometidos con el progreso de la nación. Si a estas alturas ya resulta ridículo criminalizar los cacharritos bélicos, representativos de unas Fuerzas Armadas que desde los tiempos de Rodríguez Zapatero están para apagar incendios forestales y limpiar alcantarillas, integradas hasta las corvas en el tercer sector y dedicadas al sostenimiento global de la paz, meter en el mismo saco los juguetes sexistas –veintitrés folios ocupa la 'Guía para la elección de juguetes' del Gobierno, para todo aquel que no se aclare– responde a una categorización heteronormativa que priva a nuestros niñes de la diversificación, de la autodeterminación de género y, en definitiva, de las infinitas posibilidades que proporciona una juguetería cuyo sexismo, mejor cuanto más explícito, contribuye a despertar en elles y desde edades muy tempranas la inquietud por identificarse con las expresiones sociales, las vocaciones profesionales, las indumentarias, los clichés cromáticos o los cánones de belleza de una diferenciación sexual binaria ahora cancelada. Sin los referentes heteronormativos de los juguetes tradicionales, ángeles con sexo de peluche, nuestros niñes, doble o triplemente pobres y vulnerables, se van a acabar haciendo, todavía más, la picha un lío.
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