EN OBSERVACIÓN
Feijóo ya se defiende con el inglés
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Para llegar a jefe del Ejecutivo suelen pedir papeles en regla, carné de conducir, capacidad de trabajo en equipo –se valora experiencia en la negociación y formación de mayorías sociales– e idioma inglés, hablado y escrito. Para quedarse de líder de la oposición, en cambio, ... con un pinganillo se apaña uno en el Congreso. Alberto Núñez Feijóo se puso a estudiar idiomas no vernáculos tras ganar unas elecciones generales que lo pusieron mirando a Bruselas, o Brussels. De los avances plurilingüísticos del presidente PP, ahora mirando a Waterloo, que se escribe igual en todos los idiomas de nuestro entorno, poco sabemos, salvo la reciente introducción de pancartas en inglés como fondo escenográfico de las concentraciones itinerantes que su partido organiza en protesta preventiva contra la amnistía que redacta Sánchez y corrige Puigdemont.
El pasado domingo, en Valencia, justo detrás de la tribuna que ocupaba Feijóo, se podían leer dos cartelones, manuscritos toscamente con los siguientes mensajes: «No democracy without rule of law» y «No justice without accountability». La primera afirmación responde a un principio, 'rule of law', que desde la Corona de Aragón a la Inglaterra de los Estuardo comenzó a gestarse hace siglos. La segunda es un lema, más actual y justiciero, multiusos y volandero, que lo mismo sirve para un roto que para un descosido y que se puede rastrear en procesos de superación o supuración de conflictos tan diversos como la invasión de Ucrania, la guerra de Siria, la violencia policial en Estados Unidos o, por no seguir, la discriminación de los aborígenes australianos. Que el PP recurra al idioma inglés en la tierra del 'caloret' –desahogada aportación de Rita Barterá al 'valencià batua'– alinea a la formación conservadora con esas minorías lastimeras y gritonas que claman al mundo y al cielo contra una serie de injusticias domésticas que denuncian en inglés en busca de auxilio exterior. Esta estrategia de comunicación se conoce como 'internacionalización del conflicto'.
En España fue en los Juegos de Barcelona donde se pudo oír el vagido de esta forma de victimización sociopolítica. Del tamaño de un estadio, a la medida de su orgullo nacional y lingüístico, el «Hola» con que España quiso entonces saludar a la comunidad internacional tuvo como respuesta el «Freedom for Catalonia» con que Oleguer Pujol, benjamín de la saga financiera fundada por Jordi y Marta, alertó a Occidente sobre la represión que ya por entonces sufría el abnegado pueblo catalán. La impotencia que en 1992 manifestó el joven Oleguer al organizar una campaña de sensibilización exterior sobre lo que Sánchez denomina ahora «un problema de convivencia» es proporcional a la que revela el Partido Popular cuando, sin subtítulos, recurre a dos de los lemas preferidos por los abogados de las causas perdidas. La misma confianza que hace treinta años y para ampliar sus negocios tenía el menor de los Pujol en nuestro marco jurídico y constitucional –ninguna– es la que de forma implícita confiesa ahora Feijóo cuando en perfecto inglés pide auxilio por la falta de 'accountability' y 'rule of law' con que Sánchez, bilingüe, negocia su perpetuación.
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