en observación
Dejarse la piel, dejarse el ante
Pedro Sánchez redescubre a la gente, a la que se dirige con promesas de campaña y como jefe de la oposición de la Adversidad
La 'gente', magma impreciso y desatendido al que apostó todas sus fichas Pablo Iglesias, tahúr del Guadarrama, ahora locutor de continuidad de sí mismo, se queda de piedra y se transforma en las 'clases medias y los colectivos vulnerables' -redundancia solo superada por la 'sociedad ... civil'; todo en uno, no hay más- a las que se encomienda Pedro Sánchez cuando truena, como a santa Bárbara cuando hay que aumentar el gasto militar.
La parrafada del presidente del Gobierno en la tribuna del Congreso no ha sido sino el mitin con que un candidato hace campaña, sobra apuntar que con cargo al presupuesto. Le faltó la cazadora de ante con la que de la mano de José Luis Ábalos -precaución, amigo conductor- recorrió España, locutor de discontinuidad de sí mismo, para llegar donde está y mantenerse donde llegó. ¿La gente? La gente son las clases medias y los colectivos vulnerables a los que en días como hoy anuncia y vende lo que lleva en la maleta. La gente, las clases medias y los colectivos vulnerables solo existen en el anden en el que esperan que pase la cabalgata. Caramelos. Chuches, que dijo Rajoy. Cuando aplaude la bancada socialista es que el presentador anuncia algo. Por sus aplausos los conoceréis. Todos al tren. Cercanías gratis.
«Me voy a dejar la piel para defender a la clase media trabajadora», dice Sánchez, sin explicar que los únicos que se van a dejar la piel son los contribuyentes que le van a pagar, cuando lleguen los ajustes, otra cazadora de ante, piel vuelta. El presidente del Gobierno carga contra los «cenáculos conservadores» y sus «altavoces mediáticos», regala abonos ferroviarios, alquila viviendas públicas, convoca becas y fiscaliza a los bancos y las empresas energéticas para que «el sufrimiento de muchos no sea el beneficio e unos cuantos». Seguro que de esta salimos más fuertes. «Fíjense en este gráfico» -momento que recoge la imagen que encabeza estas líneas- equivale a «dónde está la bolita».
El debate del estado de la nación empieza con la coyuntura, que es extrema, hay que reconocerlo, e ignora la estructura acumulada desde que el sanchismo echó a rodar. Han sido muchos años sin debate de política general, y esto vienes de lejos. La legislatura de la reasignación sexual, de la recalificación de la Transición, de la cordialidad con el separatismo, del adoctrinamiento educativo, de la reformulación del fascismo, del señalamiento de la prensa libre, de la intervención de los organismos públicos, de la desjudicialización y la doma del poder judicial y de los estados de excepción inconstitucionales se transforma en días como hoy en una balsa de aceite en la que nadie se queda atrás y en la que todos ponen la sombrilla en primera línea. Toma pan y moja, que llegas. Sin escándalo.
Es lo habitual -también con el PP, España siempre iba bien, o a mejor- en unos debates de política general que no se celebraban desde hace siete años y cuyo formato exige una actualización, como cualquer 'software', y no solo por la necesidad de adaptarlo a los nuevos entornos públicos, sino por la exigencia de amoldarlo a las circunstancias de un Gobierno inédito, el primero de coalición de la democracia, y también el primero que depende de Bildu y ERC para redefinir a la gente, a las clases medias y a los colectivos vulnerables. Una vez identificados estos grupos, se atienden sus necesidades. En esas estamos y a eso vamos.
De eso y no de otra cosa va la legislatura, aunque Pedro Sánchez reniegue de una reforma que empieza por el derribo -estamos en campaña- y se haga la víctima y a la vez el mesías, autoproclamado jefe de la oposición de la Adversidad -«desgraciado cúmulo de acontecimientos», lamenta- ante un Congreso en el que todos, empezando por el propio Sánchez, ejercen la oposición para no quedarse atrás, lema de un cuatrienio en el que la gente solo existe como público de una farsa.
La exitosa experiencia del Benidorm Fest organizado por RTVE para seleccionar a su candidato para la final de Eurovisión debería servir de modelo para la preselección, a través de eliminatorias televisadas y a partir de la ponderación del voto popular y del jurado, del encargado de dar la réplica al jefe del Ejecutivo en el debate del estado de la nación. Organización. Como en cualquier orgía, que es en lo que estamos.
Con el líder del PP de observador senatorial, fuera de plano, a Pedro Sánchez le contestan tantos líderes de la oposición como caben en una legislatura en la que cada partido ha tirado para lo suyo, desde Unidas Podemos al clan de Rufián, pasando por los proetarras o el PNV. El único que aguanta en su sitio, donde lo puso Sánchez, es el PSOE, y esa es la gran tragedia de España. Cuando el socialismo deje de hacer palmas para señalizar ante el público adormilado las promesas de su patrón, empiece a mirarse por dentro, a pensar en los intereses de su gente, que no es la que Sánchez redefine junto a sus socios, y a ejercer la oposición, como hace el resto de partidos, quizá podamos empezar a hablar de política general, de la nación en particular y, ya puestos, incluso de Vladímir Putin.
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