EL CONTRAPUNTO
Primero Ayuso, después el Rey
Más pronto que tarde, Sánchez irá a por el monarca, piedra angular de la Constitución que necesita destruir
Para esto aforó Sánchez a Ábalos
El pañuelo palestino
Dos colectivos sacan de quicio a Pedro Sánchez por osar interponerse en su camino: los jueces, culpables de aplicar la ley a todos por igual, sean familiares, amigos o compañeros de partido de Su Persona, y los periodistas no adeptos, reos de garantizar el derecho ... a la información publicando noticias veraces y opiniones libres. Cumplir con sus respectivos deberes les ha valido a unos y otros la enconada enemistad del presidente menos demócrata de cuantos han ostentado el cargo desde la muerte de Franco, comodín que vuelve a sacarse de la manga, a ver si cuela, en estos días amargos de rendición forzada de cuentas ante la justicia y la ciudadanía. Pero si hablamos de nombres propios, la palma del odio sanchista recae sin lugar a dudas en una mujer y un hombre, no estoy segura de en qué orden: Isabel Díaz Ayuso y Felipe de Borbón.
La presidenta madrileña se ha convertido en una verdadera obsesión para Sánchez. No le perdona que se enfrente a él sin miedo, la última vez en esa Conferencia de Presidentes de Santander convocada con el propósito de romper la unidad de los populares y el espinazo de nuestra nación, otorgando una fiscalidad privilegiada a Cataluña a cambio de trasladarnos al conjunto de los españoles las deudas de quienes han vivido a crédito, sin otro propósito que el de conservar el apoyo de los independentistas; que derrote a cuantos candidatos ha enviado a combatirla; que, lejos de amilanarse ante la guerra sucia desatada contra ella con el concurso de Hacienda y la Fiscalía, responda, contraataque y sume mayorías absolutas cada vez más contundentes. Pero lo que más le molesta es que haga todo eso siendo mujer. A él, tan feminista de boquilla, le gustan sumisas, como Pilar Alegría, siempre dispuesta a repetir dócilmente sus consignas, y entregadas, a semejanza de María Jesús Montero, la más entusiasta de sus groupies. Ayuso no sólo es su principal adversaria política, sino una rebelde declarada a su ideal femenino. Capítulo aparte merece el Rey.
Desde que llegó a la Presidencia del Gobierno, el caudillo socialista se ha propuesto suplantar a ese monarca al que envidia desde lo más profundo de su ser. Lo dejó claro hace años en el Palacio Real, con un presunto error de protocolo que lo llevó con su mujer a colocarse ambos a su lado en el besamanos, dando rienda suelta a su enfermizo narcisismo, y no ha dejado de intentar oscurecer su figura, cuyo brillo le hace una sombra insoportable dentro y fuera de nuestro país. Don Felipe es más alto, más apuesto, más popular, más querido, más honesto y más valiente que él, como tuvo ocasión de demostrar en Paiporta, y además es la piedra angular de la Constitución que necesita destruir a fin de poder perpetuarse en el poder. El Rey es el enemigo a batir y, más pronto que tarde, irá a por él.
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