el contrapunto
Así malgasta Sánchez nuestro dinero
El caudillo socialista ya no disimula sus métodos de dictador y la respuesta de la oposición a esta amenaza es raquítica
Desmemoria, indignidad, injusticia
Sánchez-Gómez, sociedad limitada
El Gobierno de Pedro Sánchez se gasta con desvergüenza creciente el dinero que a usted y a mí tanto nos cuesta ganar. La propaganda oficial asegura que lo hace en aras de financiar la educación y la sanidad, pero es mentira. El propósito real de ... ese derroche obsceno es conservar la poltrona. Y hasta tal punto es flagrante la contradicción entre el argumentario esgrimido por sus voceros y la verdad, que una de sus últimas fechorías ha consistido en detraer tres mil millones de euros de una partida destinada a las comunidades autónomas para proveer, precisamente, sanidad y educación, con el fin de destinarlos a la adquisición de un paquete de acciones de Telefónica que le otorgue el control de la compañía. ¿Por qué? Porque la multinacional y la Administración son los principales anunciantes de nuestro país y quien abre y cierra el grifo de los recursos que alimentan a los medios de comunicación tiene mayores posibilidades de someterlos. Sánchez nos quiere domados, comiendo de su mano a costa de escribir a su dictado y, para mayor escarnio, pagando el oneroso importe de esa factura a través de unos impuestos confiscatorios. Desde que llegó al poder ha subido las cargas tributarias sesenta y nueve veces, sin descontar ni un céntimo por la inflación disparada durante años, lo que significa que nos ha empobrecido a todos, excepto a sus amigos, a mayor gloria de una Hacienda floreciente que utiliza a su conveniencia.
He mencionado a sus amigos, sin olvidar a los de su esposa, Begoña, porque otro de los usos arbitrarios que el caudillo socialista hace de nuestros dineros es emplearlos en rescatar, ayudar o impulsar a las empresas cuyos propietarios gozan de su favor, el del PSOE o el de la señora Gómez, tanto monta monta tanto. Los casos se multiplican: Barrabés, los Hidalgo, Koldo, el comisionista Aldama, una extensa red de beneficiarios regados con millones de euros durante la pandemia, mientras los españoles permanecíamos encerrados en virtud de una decisión suya que llevó a la ruina a millares de autónomos y se comió los ahorros de muchos más. Un (presunto) tráfico de influencias de libro, que la UE exige aclarar, sobre el cual pesa un silencio ominoso.
Y vayamos al colega Broncano, cuyo fichaje a martillazos por parte de RTVE constituye un atentado contra todo lo que debería representar el ente público. Veintiocho millones arrancados de nuestras carteras, se dice pronto, por un programa realizado por una productora externa, muy 'progresista' ella, con el afán, probablemente vano, de restar audiencia a Pablo Motos, culpable de ejercer su libertad en un medio privado.
Podría seguir, pero me falta espacio. Sánchez ya no disimula sus métodos de dictador y la respuesta de la oposición a esta amenaza flagrante se queda, en mi humilde opinión, no ya corta, sino raquítica. ¿Qué más tiene que pasar?
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