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visto y no visto

El país

Somos el país de Ana Guerra, que un día fue al Prado

El problema

Selena

Ignacio Ruiz-Quintano

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La envidia que produce el espectáculo de las audiencias de confirmación de cargos de Trump en el Senado de allá nos recuerda que siempre valdrá más una democracia podrida, como la americana, que todas las tiranías sanotas que nos gastamos acá.

Somos, se nos ... dice aquí, la locomotora económica de Occidente, y nos dirige una generación de analfabetos funcionales mediante 'decretos-ómnibus', al decir de los legisperitos del Estado, que en realidad son los 'decretos-tranvía' (homenaje al 'Se vende un tranvía' de Berlanga) del país hampón de Salas Barbadillo. Por 'decreto-ómnibus' hemos de entender lo mismo que por infierno entendía el catecismo, es decir, «un conjunto de todos los males sin mezcla de bien alguno» que los mandaderos de los partidos votan con arreglo al consenso. Como la Constitución del 78, en sí misma un 'decreto-ómnibus', batido como un lumumba, que elimina el juramento real de la de Cádiz («que no enajenaré, cederé ni desmembraré parte alguna del Reino»), en cuya tacita de plata los liberalios gaditanos acaban de abuchear a una chirigota 'negacionista' de la pandemia con el cuento de que carraspeaban al cantar.

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