una raya en el agua
La letra de la paz
Entre lo que Ucrania ceda y lo que Rusia obtenga estará la diferencia entre una paz honorable y una rendición impuesta
Autolesión
La 'otra' memoria
Obviedad: la paz es mejor que la guerra. Aunque existan guerras justas y paces injustas. La guerra de Ucrania es justa porque una nación invadida tiene derecho a su defensa. Para saber si también lo será la paz que va a empezar a negociarse habrá ... que aguardar a ver su letra pequeña y, sobre todo, el peso que el país atacado alcance en ella. Hasta el momento, de las condiciones que Trump y sus representantes han adelantado se desprende que sólo será Ucrania la que ceda. Bueno, Ucrania y Europa, que para la Administración americana cuenta poco o no cuenta, aunque se supone que tendrá al menos un asiento en la mesa. Los muchos o pocos pelos que Rusia se deje en la gatera constituirán la diferencia entre un acuerdo aceptable y una rendición impuesta.
Desde antes de su retorno a la presidencia, Trump viene exigiendo a la UE ciertas condiciones –algunas bastante razonables– para seguir considerándola aliada. En las conversaciones que ha propuesto prefiere entenderse con Putin cara a cara, porque entiende que su poder autoritario le permite una interlocución más práctica. Los dos gigantes parecen dispuestos a avenirse, de potencia a potencia, a costa de renuncias ucranianas: a la OTAN, a la explotación de las 'tierras raras', a su seguridad futura, a la soberanía sobre las regiones ya ocupadas por las malas. Pero el territorio europeo quedará también expuesto a una seria amenaza si Rusia obtiene un trato de ventaja o consolida los beneficios que ha obtenido con las armas.
Una paz justa no puede construirse sobre la equiparación entre agresor y víctima, convalidando en pleno siglo XXI el arcaico derecho de conquista. El orden internacional moderno se basa en el rechazo de la fuerza como recurso para satisfacer impulsos expansionistas o solventar disputas fronterizas. Sabemos que el respeto a la legalidad es una utopía corrompida, pero descartarlo de entrada por «poco realista» significa renunciar a la superioridad de la democracia como garantía de convivencia pacífica. En ese sentido, el ninguneo de Zelenski, reducido al papel de comparsa de un trato político bilateral que le pase por encima, no sólo es un mal punto de partida; en términos morales se aproxima demasiado a una ignominia.
Aun así habrá que contener el pesimismo suscitado por este arranque y esperar a que se vayan conociendo los detalles. Una conclusión es ya firme, porque lo era antes, y es que Europa tendrá que dejar de verse a sí misma como una burbuja de avances socioculturales y acostumbrarse desde ahora a defenderse sola con sus propios medios militares. No ha lugar a autoengaños: es hora de asumir responsabilidades, y mejor pronto que tarde porque Putin ya ha detectado en la alergia a los sacrificios el punto frágil de las opiniones públicas occidentales. Y sabe que con tal de que cesen los combates se pueden mostrar proclives a transigir con una paz poco honorable.
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