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una raya en el agua

El funeral del siglo

Bajo su liturgia simbólica y su majestuosidad estética, las exequias de Isabel II trasminaban un aire de fin de era

Ignacio Camacho

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EL tañido fúnebre del Big Ben. El solo de gaita derramando sobre la nave de la abadía las lágrimas sonoras de la despedida. El armón tirado a mano por marineros de la Navy. El estandarte, el cetro, el orbe y la corona sobre el féretro. ... La guardia a caballo, el paso medido de los granaderos con sus 'bearskins' negros en el cortejo. El servicio de Buckingham ante la verja de Palacio. Las familias reales y los mandatarios del mundo alineados en filas de riguroso luto. El espectáculo, en fin, de las principales autoridades del planeta inclinados ante el cadáver de la más reina entre las reinas. Un formidable montaje escenográfico de propaganda de Estado, una liturgia simbólica retransmitida con intención de conmover en cada plano, una exhibición de majestuosidad estética, influencia cultural y poder blando. Una nación en horas bajas aplicándose a sí misma el bálsamo de la tradición para exorcizar el fracaso a base de rescatar lo mejor de su pasado. El esplendor histórico de la monarquía en el centro de una operación de reconquista de la autoestima perdida.

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