una raya en el agua
Democracia bastarda
Un sistema democrático deja de serlo cuando el Gobierno decide sobre cuestiones de Estado sin contar con el Parlamento
El ensayo autocrático
Ísimos
El Ejecutivo de Pedro Sánchez pasó siete años quejándose, con razón, del incumplimiento constitucional que suponía el hecho de mantener la renovación de la cúpula judicial sometida a bloqueo. Pero ese mismo Consejo de Ministros lleva seis meses faltando por segunda vez consecutiva al más ... elemental mandato que la Carta Magna impone al Gobierno: la presentación en las Cortes, el primero de octubre de cada ejercicio, del proyecto de Presupuestos. Y ni siquiera hay indicios de que piense hacerlo, toda vez que a las dificultades preexistentes para negociar esa ley con posibilidades de éxito se suman ahora las reticencias de los socios de investidura a aceptar el incremento de inversión en Defensa exigido por el bloque europeo.
El desdén sanchista por las dos cámaras se ha convertido desde la pandemia en una especie de marca de la casa. Pero incluso para un presidente acostumbrado a gobernar al margen de (o frente a) las convenciones políticas más asentadas es evidente que el rechazo del Congreso a las cuentas del Estado supondría la obligación de disolver la legislatura y convocar elecciones inmediatas. Así que simplemente 'pasa' del envite como si se tratara de una partida de cartas, consciente de que en el marco de desestructuración institucional que él mismo ha creado no va a ocurrir absolutamente nada. Sólo que un sistema que prescinde del Parlamento deja de ser una democracia para bastardearse en un modelo autocrático de vocación cesárea.
La pretensión de subir el gasto militar a través de mecanismos de ingeniería financiera escamoteados al control de los legítimos representantes de los ciudadanos constituiría un escándalo en cualquier país comunitario. En España, sin embargo, se ha normalizado la vulneración del principio de legalidad, sustituido por movimientos opacos camuflados bajo tecnicismos burocráticos. Se trata de evitar la escenificación de la soledad gubernamental por el abandono de sus habituales aliados y por la propia voluntad presidencial de descartar todo pacto o diálogo con el único partido al que puede recurrir en busca de respaldo. Aquel «somos más» de la noche del escrutinio ha devenido en la evidencia de un fracaso. Sánchez está atrapado en su propio cordón sanitario.
En este contexto, el Partido Popular está obligado a denunciar ante el Tribunal Constitucional, y ante las autoridades de la UE, esta flagrante transgresión de la normativa presupuestaria y de las más elementales reglas democráticas. Primero porque es la oposición, en su condición de alternativa de poder, la que puede garantizar la continuidad del compromiso con la Alianza Atlántica, y luego y sobre todo porque la seguridad del continente no es cuestión con la que se pueda hacer trampas. Si hay 260 diputados para avalar una sólida mayoría parlamentaria, el líder de la nación ha de explicar en Bruselas por qué se resiste a implementarla.
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