columnas sin fuste
Libertad para Vinicius
Vinicius juega según la manera de su país, el 'jeitinho', la 'ginga', un fútbol desenvuelto que nace del engaño
![Libertad para Vinicius](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/opinion/2022/09/14/hughes-RdZMZ13Hr4wC9nRTakpa1uJ-1200x630@abc.png)
Que te metan un caño, sufrirlo, que el balón, por el ardid rival, se te cuele entre las piernas es un desvirgue infantil que se recuerda. A uno se le queda cara de tonto, y un rubor casi sexual sube a las mejillas junto a ... la rabia urgente por reparar el honor.
Vinicius lo regatea todo, va por la vida regateando, y tiene frente a él al lateral derecho, quizás la forma humana más primitiva del fútbol. De sus regates, el lateral y los amigos del lateral salen como burlados del Tenorio; sea español o no, el defensa acaba siendo un hidalgo enfurecido y rencoroso tras Vinicius, la representación ideal del brasileño, «una nueva experiencia humana», según escribió Nelson Rodrigues. La voluntad de normalizar y entristecer a Vinicius, como antes sucedió con Neymar, es una importante violencia cultural: se quiere a Vinicius, lo que da Vinicius, su valor televisivo y económico, pero no su plena naturalidad.
Vinicius juega según la manera de su país, el 'jeitinho', la 'ginga', un fútbol desenvuelto que nace del engaño, de la imposibilidad que es todo regate: salir de una cárcel de piernas, de una situación objetivamente sin salida; y ese estilo está, así lo vio Gilberto Freyre, entre el baile y la capoeira, un fútbol danzado, bailado que en Vinicius, por su chisporroteo de cable pelado, desemboca tras el gol, en más baile, en solo baile, como si ese refrendo importara tanto como el marcador.
A esa manera aquí la llamábamos samba, el brasileño con su fútbol-samba, el regate de Chaplin de Garrincha, y lo admiramos en Romario, Ronaldinho, Rivaldo, Neymar... ¡Todos del Barcelona!
No queremos sospechar, pero ¿va a poder tener Madrid y la 'naçao' madridista su propio brasileño, por fin? (Ronaldo llegó con las carreras contadas y forzosamente rectas).
En los últimos partidos de Vinicius, el debate en los medios no se orienta a procurarle el estatuto de intocabilidad que tuvo Messi; más bien empieza a molestar que baile y que juegue, es decir, que sea él según su cultura y ancestral manera.
Al poco de llegar, a Vinicius le mordieron en la cabeza en un partido de 2ªB, y vio amarilla por impactar con su cogote en los incisivos ajenos; Vinicius se tuvo que sobreponer a la miopía de Lopetegui y hasta de Zidane, a alguna incomprensión del vestuario y al menosprecio general de la prensa (no toda, orgullo que me llevaré). Vinicius se tuvo que sobreponer a muestras de racismo y hasta a sí mismo, a su yerro continuo, pues sin el gol, su fútbol no se convertía en moneda, en oro, no circulaba, no se hacía visible.
En los meses de confinamiento y restricciones, los minutos televisados de Vinicius eran sentidos como una libertad contagiosa del cuerpo, un respingo que nos incitaba. Es un deber protegerlo o pensaremos (con escándalo) que el fútbol español es 'cosa de hombres', de masculinidad burlada y bigotuda, además, y que tenemos lo peor de dos mundos: el 'menottismo' retórico estructural y el bilardismo efectivo del «pégale».
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