columnas sin fuste
El imperio latino
Cualquier nación debería subsistir ya en un mundo de imperios

En 1945, el filósofo Alexandre Kojève escribió el 'Esbozo de una doctrina política francesa', un memorándum para el general De Gaulle, pequeño ensayo que contenía una alerta, un análisis, una propuesta y una profecía: que Alemania se rearmaría. Kojéve pensaba que lo haría en la ... siguiente generación, aunque ha llegado después. Con su escrito pretendía alertar de dos grandes peligros para Francia: la hegemonía política y económica de Alemania en la Europa de posguerra y una posible guerra entre rusos y anglosajones en la que París debería procurarse al menos cierta neutralidad.
El análisis de Kojève partía de la Segunda Guerra Mundial, que acababa con el Estado-nación al igual que la modernidad había acabado con las formas políticas feudales. La derrota del Tercer Reich era, a su juicio, la derrota de una forma nacional y de la guerra salían dos imperios: el angloamericano y el eslavosoviético. La necesidad de la forma imperial venía explicada por la técnica; las economías y demografías nacionales ya no podían sostener ejércitos así. Tanto el liberalismo como el socialismo se equivocaban al no ver nada entre la muriente Nación y la Humanidad: «Es imposible saltar de la Nación a la Humanidad sin pasar por el Imperio». Dos genios políticos sí lo habían visto. Stalin con la URSS y Churchill con su comprensión de la Commonwealth. En definitiva, la Nación, cualquier nación, debería subsistir ya en un mundo de imperios: el angloamericano, capitalista y de influencia protestante, y el eslavo-soviético, de tradición ortodoxa.
Para Kojève, Alemania se tendría que decantar tarde o temprano por uno de los dos, y apostaba a que sería por EE.UU., lo que acabaría completando un imperio germano-anglosajón que reduciría aun más el papel de Francia; esa pérdida de poder traería consigo la crisis y desaparición de la civilización francesa y para evitar esto planteó su propuesta: preservar la especificidad cultural francesa mediante la creación de un imperio latino que fuera amortiguador pacífico entre el anglosajón protestante y el eslavo-ortodoxo; un imperio, por supuesto dirigido por Francia, que incluyera a España, Portugal e Italia, y no basado en abstracciones sino en el parentesco católico, de lengua, clima y espíritu y una mentalidad común, un ocio compartido, mediterráneo y aristocrático que trascendería el mero bienestar burgués.
Esa unión latina salvaría Francia, aunque el español que lee el texto se escandaliza al encontrar solo una breve referencia a América ('Latina'). La latinidad es la forma francesa de ocultar lo hispano, pero incluso con su olvido, Kojève hacia algo por la hispanidad al anticiparnos un mundo en tránsito imperial entre la Nación declinante y la Humanidad, y al proponer el parentesco cultural entre naciones como forma de garantizar su supervivencia. O de otro modo: la nación es débil y solo sobrevivirá con otras naciones, pero hermanas, filiales, parientes.
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