columnas sin fuste
Formas
La mujer no cambia, acumula formas

Cualquier persona que no haya desistido por completo de la observación femenina (como podría desistir de su afición un melancólico ornitólogo) o que dedique parte de su tiempo a la vergonzante sudoración pública en los lugares llamados gimnasios, habrá reparado en la nueva redondez y ... mayor volumen de las nalgas y en cuánto tiempo y esfuerzos le dedican las mujeres a su hipertrofia.
El éxito es innegable y se aprecia por la belleza rotunda de las formas, que acercan a la mujer moderna a la venus calipigia o Afrodita de bellas nalgas. Pero cabe preguntarse si, en tiempos de liberación feminista, no es este un nuevo canon que esclaviza culturalmente a la mujer y, con ello, al hombre.
Igual que una persona de cierta edad ha conocido la música en vinilos, cassettes, cedés y soporte digital, un hombre maduro ha podido enamorarse de mujeres voluptuosas, etéreas, tetonas y culonas, según dictaran las modas sucesivas, y estaría a punto de hacerlo de la mujer musculada, última forma que adquiere el eterno femenino: la mujer con tríceps y tableta, capaz de romperle el cuello al amante con una llave de sus muslos que ya no serían muslo (qué cosa antigua) sino cuádriceps.
En los 80 nos deslumbró la mujer tetuda, Sabrina y sus émulas y luego se generalizó el implante mamario. En los 60, la minifalda descubrió la pierna industrialmente aunque Cyd Charisse o Marlene Dietrich ya habían canonizado la forma torneada. En cierto modo, el modelo femenino hegemónico, como todo lo demás, lo fijó EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial: las curvilíneas pin-up. En los 80, con el fin de la historia (el no se hable más) las top models estilizaron esa figura con su imposible delgadez (Winona Ryder la hizo accesible en los 90) y todas esas formas las fue incorporando la mujer y el gusto del hombre, no de modo excluyente, sino acumulativo: la cintura pin-up, la pierna de Twiggy, el busto de Sabrina y ahora el 'derriere' Kardashian con el que la caucásica se hace afro o amerindia en apropiación 'culonial'.
La mujer no cambia, acumula formas, como si llevara en su figura, incorporado, un siglo de apetitos y publicidad.
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