columnas sin fuste
Feijóo saca de quicio a Sánchez
Feijóo soportó como si nada, con un estoicismo casi temible, el disparate de la segunda hora de Sánchez contra él
Parecía muy dudoso el provecho que Feijóo le podía sacar a su duelo con Sánchez en el Senado. A cambio de quince minutos de intervención hubo que aguantar dos horas de delirio sanchista. Por mucho que uno vaya preparado, el efecto sigue siendo impresionante: es ... la pura insania, pero hubo algo nuevo, distinto, o, si se quiere, más acusado. Feijóo consiguió algo con su breve intervención. Lo hizo apoyándose en tres cosas: una propuesta de nuevo modelo energético (una propuesta tangible, física, la carátula de un folio que remitía a algo real), una propuesta de apoyo concreto al Gobierno para que rompa con sus socios y la exhibición de la famosa moderación, el metal precioso del régimen, la clave áurea. Feijóo estuvo firme, correcto, sereno, esas cosas que se dicen, pero sin esconder el hilo de autoridad. Rajoyista pero sin esa excesiva retranca, sin el jugueteo irónico, con una contención clara del ego y, desde luego, muchísimo más empaque que Casado.
Esas palabras y esas formas suyas tuvieron un efecto inmediato y visible en Sánchez, cuyo rostro empezó a modificarse. El rostro se le demudó, empezaron a asomar visajes de chulanganería, musitaciones inteligibles («Qué falso»); Sánchez comenzó a mirar a Feijóo de un modo preocupante. ¿Cómo reaccionaríamos si alguien en un bar nos mirara así?
Tras ese discursito de Feijóo, que además de moderado era breve (¡miel sobre hojuelas!) Sánchez empleó otra hora de nuestro tiempo, del tiempo de España, otra ristra de minutos nacionales que no recuperaremos jamás en un discurso personal contra Feijóo, un discurso obsesivo, viciado, con ritornellos obstinados dirigidos a destruir la imagen de buen gestor de Feijóo y a explicar las tres grandes causas por las que el PP no pacta, es decir, las muchas causas para no pactar con el PP. Feijóo había conseguido sacar al Calígula de chichinabo que Sánchez lleva dentro y aun tuvo una virtud mayor al saber encajar. Feijóo tiene esa cara como de empate a cero cubista que le permitió soportar como si nada, con un estoicismo casi temible, el disparate de la segunda hora de Sánchez contra él.
Lo mejor, de todos modos, fue la respuesta. La contrarréplica de Feijóo, que ya no fue breve y moderada, sino brevísima y moderadísima frente al desparrame gestual (¡tiránicos tics!) de Sánchez y el no menor desparrame intelectual, resumió sus virtudes: elusión de la batalla inguinal, salud lógica, verborrea minimizada, aplomo zen sobre esqueleto de autoridad y un cierre perfecto volviendo al punto que allí le había traído: la propuesta de nuevo modelo energético, que apoyó citando a Cándido Méndez, «un socialdemócrata, y no como usted». Le negaba a Sánchez la socialdemocracia y desde el centro, lejana ya la derecha, como una provincia más de su Galicia natal, provincia que por conocida da por conseguida, daba un paso más hacia los entresijos electorales del régimen.
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