perdigones de plata
Una historia verdadera
El Gobierno vasco considera una cumbre histórica imponer el euskera en detrimento del castellano
La tarascada (24/4/23)
Los esforzados (21/4/23)
De recién casados se marcharon a la ciudad universitaria de Nancy (Francia) porque al esposo le habían concedido una plaza de docente. A principios de los 60 la efervescencia atravesaba Gabacholandia. Se toparon con la 'nouvelle vague', con la serie negra editada por Gallimard, con ... un festival de teatro y otro de jazz en aquella ciudad. Vieron a Memphis Slim y a Bud Powell, nada menos. Olía a libertad, a burbujas y a Citroën modelo 'Tiburón'. Como llegaron justitos de dinero y las temperaturas rondaban los 20 bajo cero, el balcón actuaba de nevera hasta que, con el tercer sueldo, compraron un frigorífico.
La inmersión en la vida universitaria les arrastró hacia multitud de actos. Y ahí, en el primero, algunos profesores franceses de literatura española se acercaron a la esposa para ofrecerle cortés palique en su idioma. La mujer abrió la boca para corresponder tanta amabilidad, pero entonces descubrió, qué 'horreur', un problema que la abochornó… Resultó que no sabía hablar el castellano de una manera fluida. Se atascaba. Venían de un pueblo cercano a Valencia donde sólo se charlaba en valenciano. Su marido, joven licenciado en Filosofía y Letras, sí hablaba en su idioma y en un perfecto francés, pero ella no. La historia me la contó mi madre cuando, de adolescente, le pregunté el motivo por el cual ella y mi padre parloteaban en valenciano entre ellos pero, al dirigirse a mi hermana o a mí, siempre cambiaban al español. «Me dio tanta vergüenza aquello que me dije que a mis hijos sólo les hablaría en español para que no les pasase lo mismo», me confesó. Y aprendió nuestra lengua y leyó a Cervantes, y a Valle, y a Azorín y, sobre todo, a Baroja, que le entusiasmó, y siguió leyendo varias horas al día hasta que se marchó con 88 años. El Gobierno vasco considera una cumbre histórica imponer el euskera en detrimento del castellano. Lo mismo ha sucedido en otros territorios. Espero que los chavales de esas zonas, cuando viajen en el futuro por esos mundos, no sufran el sonrojo que padeció mi madre.
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