el contrapunto
Lo que haga falta
La desfachatez de Pedro Sánchez solo se explica a la luz del guerracivilismo recuperado como estandarte del PSOE
Sánchez y su banda (16/10/23)
La pitada (13/10/23)
No pasa un día sin que la actualidad ponga al descubierto la disposición de Pedro Sánchez a tragar lo que haga falta con tal de permanecer en la Moncloa. Su capacidad para cubrirse y cubrirnos de infamia no parece tener límites y rebasa todo ... lo conocido en medio siglo de política patria. Cuando los historiadores del futuro califiquen a nuestros gobernantes de forma desapasionada, analizando sus actos en frío, se sorprenderán de la desfachatez con la que éste hizo mangas y capirotes de los más sagrados principios democrático sin sufrir el castigo implacable que merecía en las urnas. Un hecho que sólo se explica a la luz del espíritu guerracivilista recuperado como estandarte del PSOE desde los tiempos de Zapatero en su afán por deslegitimar la Transición y su legado de reconciliación. Un regreso a las dos españas, la polarización y el odio. Un triunfo de la propaganda diseñada para presentar a la derecha como el paradigma del mal y asentar en esa premisa la disculpa de cualquier desmán cometido por la izquierda.
Mientras Sánchez negocia con Puigdemont el ansiado sí a su investidura y se asegura de que sus peones en el Constitucional avalen cualquier precio acordado con ese golpista, el presidente de la Generalitat, Aragonés, otro de los socios indispensables en el cambalache, se presenta en el Senado alardeando de que la amnistía solo es el punto de partida para votar la independencia, previa lluvia de millones inyectados a dicha región. Con chulería. Dejando claro su desprecio por las reglas de la democracia al negarse a escuchar la réplica a sus proclamas supremacistas. Crecido en la certeza de tener al candidato cogido por donde más duele y en ausencia de un sólo socialista con redaños suficientes para rechazar sus pretensiones.
Entre tanto, su ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra, se dedica a sabotear la política exterior y destrozar la imagen de nuestro país, profiriendo barbaridades sobre Israel sin condenar el feroz atentado terrorista perpetrado por Hamás y el secuestro de doscientos civiles retenidos como rehenes en Gaza. ¿Y qué hace Sánchez? Nada. El más elemental sentido de Estado le llevaría a imponerle silencio o en su defecto cesarla, pero como depende de cinco diputados de Podemos para revalidar su mandato, permite que Belarra abra crisis diplomáticas, atice el fuego antisemita y nos aleje del consenso imperante en toda la UE, donde bloquea una reforma crucial obedeciendo al PNV.
Y así llegamos a Arnaldo Otegi, cuyo historial sanguinario completo, desvelado por el diario El Mundo, lo invalida para todo lo que no sea cumplir una larga condena en la cárcel. Un dirigente decente se alejaría del líder de Bildu, asqueado. Sánchez se inclina ante su portavoz parlamentaria y dice, por boca de Reyes Maroto, que «con él mejoramos la vida de los españoles». Sin recato, ni vergüenza, ni respeto por sus víctimas.
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