DIARIO DE UN OPTIMISTA
Jaque a las blancas
«Solo espero que los oprimidos de ayer no se conviertan en los opresores de mañana y que los blancos no se conviertan a su vez en negros, víctimas inocentes de crímenes cometidos hace siglos por sus presuntos antepasados»
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Hamás y los idiotas
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Si son jugadores de ajedrez, les aconsejo que elijan las piezas negras y, ante todo, nunca las blancas. Con las blancas, es seguro que perderán, por muy hábil que sea su estrategia. Evidentemente, estoy jugando con las palabras tanto como con el tablero de ajedrez ... para intentar describir la extraña sociedad en la que estamos desembocando. Actualmente, parece que la calidad de las personas, su trabajo, su mérito, cuentan menos en su trayectoria profesional o en sus ambiciones que su origen étnico y el color de su piel. Para ilustrarlo, les contaré una anécdota reciente que tuvo lugar en Nueva York. Como presidente de la Facultad de Francés de la Universidad de Nueva York, estoy, como todos los de mi condición, a la búsqueda de financiación para apoyar nuevos programas. Por eso, me dirigí a la mayor fundación de EE.UU., la Fundación Ford, cuyo objetivo, en principio, es hacer que la justicia social avance en todo el mundo. Su presidente, un distinguido intelectual afroamericano, me desanimó dándome a entender que ya no financiaba nada blanco. Su estrategia se resumía en dos palabras: No White.
Hemos entrado en la era de la venganza de las minorías, o de todos aquellos y aquellas que se reivindican como tales. Y de ello deducen que ser minoría es necesariamente ser víctima. En realidad, esta ecuación entre minoría y victimización dista mucho de estar probada, ya que existen numerosos ejemplos de élites que provienen de minorías y que han realizado brillantes incursiones en los países en los que se han establecido. El primer ministro británico es de origen indio. Y la mayoría de los empresarios multimillonarios de EE.UU. proceden de otros lugares: India, Sudáfrica u Oriente Próximo. En Francia, muchos altos funcionarios, empresarios y médicos vienen del norte de África o de Oriente Próximo. La ministra francesa de Cultura es de origen marroquí, mientras que su predecesora era libanesa. Esto no es un impedimento. Son tiempos de minorías y de su exaltación. Este tipo de revolución ideológica se plasma a veces de manera risible. Por ejemplo, dentro de un mes se inaugura en Venecia el acontecimiento artístico más importante del mundo: la Bienal. Los artistas se reparten en pabellones con los colores de sus países de origen. De modo que consulté el programa y la prensa para saber qué artista representaría a EE.UU., habida cuenta de que el pabellón estadounidense indica la tendencia artística del momento. Pues bien, sólo averigüé una cosa: el origen del pintor seleccionado por EE.UU. Es de origen indio, nativo americano para utilizar el término políticamente correcto, y transexual. Ni hombre ni mujer, al parecer. No tengo la menor idea del valor de su obra; ni el programa ni las reseñas describen sus creaciones. Iré a verlo con la esperanza de llevarme una agradable sorpresa, porque ese es el tema de mi columna: el optimismo.
Mi ambiciosa apuesta es que este retorno del péndulo de los blancos que han dominado la historia a los no blancos que la mayoría de las veces han sido los oprimidos, al menos en Occidente, contribuirá a enriquecer nuestra civilización común. Ya lo sé, aún no hemos llegado a ese punto. Los no blancos, llamados negros, reivindican y censuran: exigen el reconocimiento, incluso el resarcimiento, de lo que consideran sus derechos, suprimidos durante siglos. Reconozcámoslo. Muchos blancos, aunque no todos, están dispuestos a reconocer los abusos del pasado que contribuyeron a la colonización, el racismo y la esclavitud. En otro tiempo, eso era lo normal. La norma ha cambiado. Solo espero que los oprimidos de ayer no se conviertan en los opresores de mañana y que los blancos no se conviertan a su vez en negros, víctimas inocentes de crímenes cometidos hace siglos por sus presuntos antepasados.
Esta partida de ajedrez entre blancos y negros se juega en su mayor parte en el ámbito académico y artístico, pero también en el político. La ideología que encarnan Trump o Orban en Hungría es claramente un intento de salvaguardar las ventajas de los blancos sobre los negros, e incluso de aumentarlas. Esta reacción de la identidad blanca me parece inaceptable, porque acepta implícitamente la división ideológica que los negros tratan de imponer a los blancos. ¿Somos realmente negros o blancos? ¿No es admisible ser a la vez blanco y negro? Evidentemente, este elogio de la cohabitación, o incluso del mestizaje, no está de moda. Pero convendrán conmigo en que la división entre blancos y negros conduce a cacofonías que serían graciosas si no fueran tan trágicas... La prueba en este momento es que las feministas blancas y negras de Europa apoyan a Hamás en Gaza, con el pretexto de que los árabes de Gaza son más negros que los judíos de Israel. La negritud en este caso es completamente metafórica, ya que no corresponde a ninguna distinción epidérmica o étnica. Suponiendo que los gazatíes sean negros de honor, también tendríamos que admitir que las mujeres negras de Gaza son víctimas culturales de sus padres, maridos o hermanos negros. Por tanto, en Europa tenemos feministas blancas y negras que apoyan a hombres machistas árabes y musulmanes supuestamente negros, cuando en realidad son ante todo machistas.
Lo más insoportable de este clima ideológico es la imposibilidad de cualquier discusión. Mi sueño sería poder sentarnos a la misma mesa y permitir que todo el mundo expusiera sus quejas, reivindicaciones y propuestas. Pero, hasta la fecha, no hay lugar para ello; ninguna negociación parece posible ni en el terreno del enfrentamiento real ni en el campo de batalla metafórico de las ideas y las artes.
Si se me permite concluir con una nota personal, señalaré que he vivido dos vidas sucesivas, una negra y otra blanca. Durante la primera, como hijo de padres emigrantes de Europa del Este, fui en Francia un negro metafórico: miembro de una tribu minoritaria, despreciada, oprimida y no siempre tratada correctamente, ni por la policía ni por mis profesores. Durante la segunda parte de mi vida, me he pasado al otro bando: el de los blancos, heredero a mi pesar de una historia de opresión en la que mis antepasados no tuvieron parte alguna. Pero explicar cómo fue posible ser negro y luego blanco, o incluso negro y blanco al mismo tiempo, requiere una comprensión de la historia que no está de actualidad. Jaque mate al pensamiento complejo.
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