Editorial

Galicia, voto decisivo

Las elecciones gallegas ponen en juego el modelo político de España. El PP parte con una cierta ventaja, pero la concentración del voto útil en el BNG hace posible un triunfo de las izquierdas

Las elecciones gallegas están llamadas a dirimir algo más que un gobierno autonómico. La concentración del voto útil en la candidatura de Ana Pontón abre la posibilidad a que, por primera vez en democracia, Galicia esté gobernada por una fuerza explícitamente nacionalista. Aunque las encuestas deben siempre interpretarse con prudencia, todo parece indicar que el trasvase de apoyos desde el PSOE al BNG ha activado una conciencia de voto útil en el electorado nacionalista y de izquierdas. El Partido Popular mantendría su mayoría absoluta, pero por poco. Los socialistas gallegos han asumido su papel y no han tenido demasiado problema en regalar el foco y el protagonismo a Pontón, en la previsión de que la unificación del voto permita al Bloque Nacionalista Galego alcanzar la presidencia de la Xunta.

La estrategia es arriesgada, aunque desde hace meses se ha constatado que el agregador fundamental de las coaliciones en las que participa el PSOE es la oposición al Partido Popular. Que no gobierne el PP es la única constante en los distintos territorios y es el principio práctico por el que se rige el Gobierno central, que aglutina formaciones tan distintas como Sumar o el PNV. Mientras el centro-derecha no gobierne, los socialistas estarán dispuestos, incluso, a conformarse con ejercer la función de muleta. El precedente de Pamplona es el mejor ejemplo: el PSOE no es sólo un partido que acepta gobernar de mano de Bildu, sino también accede, cuando la aritmética lo exige, a que sean los herederos del terrorismo quienes gobiernen gracias a su apoyo. Sentadas estas premisas, se entiende que José Ramón Gómez Besteiro haya renunciado a formular una crítica explícita a Ana Pontón. Esta es también la explicación que ha llevado al PSOE y al BNG a intentar promover la división en el voto conservador: cuanto más se divida el electorado que reivindica el marco del 78, más probabilidades tendrá de gobernar el nacionalismo gallego apoyándose en el PSOE.

El Partido Popular cuenta con un sólido poder territorial en España. En el caso de Galicia, la trayectoria de los populares al frente de la Xunta es bien conocida por el electorado y no debería existir demasiado espacio para la sorpresa. En esta ocasión, sin embargo, la opción alternativa no es un posible gobierno de izquierdas, sino un proyecto nacionalista que no se diferencia en gran medida de los planteamientos que puede hacer ERC en Cataluña o EH Bildu en el País Vasco, con quien el BNG concurrirá a las elecciones europeas. Las costuras de nuestro pacto constitucional se están forzando ya en estos dos territorios, además de en Navarra, por lo que sumar un nuevo frente contrario al pacto constituyente nos abocaría a un escenario desconocido.

La imagen edulcorada del BNG de Pontón no debe impedir reconocer que se trata de una formación independentista, capaz de participar en la marcha a favor de los presos de ETA del pasado 13 de enero en Bilbao o de no aplaudir, como hizo el diputado Néstor Rego, la intervención del presidente Zelenski en el Congreso. El Partido Popular cuenta con un amplio capital político en Galicia, pero en ningún lugar está escrito que la ventaja acumulada en comicios anteriores pueda ser suficiente para superar a una izquierda movilizada en torno al voto útil. La deriva del PSOE de Sánchez llevará a los socialistas a cosechar, previsiblemente, un mínimo histórico. Esa debilidad, sin embargo, puede acabar siendo el mejor aliado para el BNG en el caso de que los votos del centro-derecha tiendan a dividirse.

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