Editorial
La multinacional del insulto
Sánchez busca líderes leales, no candidatos ganadores; constructores de su 'muro' y no políticos de una democracia deliberativa, y sobre todo agitadores
El PSOE acaba de hacer su enésima oferta electoral y política a los madrileños, alzando como líder autonómico a Óscar López, otra designación directa de Pedro Sánchez para lograr un objetivo que, por el momento, le resulta inalcanzable: desbancar a Isabel Díaz Ayuso. La fijación de los socialistas por la presidenta madrileña es obsesiva y, a la postre, la explicación de su impotencia electoral. En esta tesitura socialista, no hay respuesta convincente a la pregunta de qué aporta Óscar López al PSOE en su desafío a Díaz Ayuso y, en general, a las aspiraciones de la izquierda madrileña frente a la hegemonía de la derecha. López ha deambulado por la historia reciente del PSOE con unas credenciales poco halagüeñas para recuperar la Puerta del Sol, sede del Gobierno madrileño. El apoyo que José Luis Rodríguez Zapatero dio a López el pasado sábado dice poca cosa a los madrileños. El expresidente del Gobierno es una figura que galvaniza a la derecha y los sectores más centristas, que ven en él a un leal colaborador de la dictadura de Nicolás Maduro. La aspiración de Sánchez con la designación de Óscar López no va mucho más allá de sustituir por la vía rápida al defenestrado Juan Lobato y aumentar los decibelios del discurso grueso contra Díaz Ayuso. A lo sumo, evitar que la izquierda siga cayendo y que Óscar López se sume a la lista de ilustres desahuciados de la política madrileña, como Ángel Gabilondo, Pablo Iglesias o Mónica García. Además, el nombre de Óscar López resuena, sin ser citado, en los pasillos de la Sala Segunda del Tribunal Supremo como la voz autorizada que ordenó filtrar a Juan Lobato, a través de Pilar Sánchez Acera, también muy aplaudida en el congreso regional socialista, el correo del abogado de Alberto González Amador, pareja de Díaz Ayuso. Avisados están en Ferraz de que el círculo de la investigación judicial por revelación de secretos puede aumentar y desbordar las paredes de la Fiscalía General del Estado.
Con estos datos, parece que Sánchez da por perdidas las elecciones en Madrid y solo busca azuzar el enfrentamiento con Ayuso. Óscar López sería su hombre para ambas cosas, mientras mantiene y refuerza su interés político en Cataluña, nicho electoral fiable de los socialistas al que Pedro Sánchez se encomienda con dinero y amnistías, junto al resto de partidos del «somos más» que tantas veces ha pronunciado. En la proyección territorial de su futuro, Sánchez sabe que el Partido Popular y, en todo caso, la mayoría social de derecha están afianzándose en la medida en que sus socios de izquierda pierden votos a granel. Por eso, Sánchez busca líderes leales, no candidatos ganadores; constructores de su 'muro' y no políticos de una democracia deliberativa; y sobre todo agitadores que mantengan la cohesión de sus votos por medio de la radicalización de lo que este fin de semana se ha presentado como «izquierda valiente», reducida a surtidor de descalificaciones. El discurso del secretario general del PSOE ayer, en la clausura del congreso madrileño, hizo honor a este planteamiento con un ataque visceral a los populares y a Díaz Ayuso, presentada como líder de una «multinacional ultraderechista». Nada nuevo que las urnas madrileñas no lleven rechazando desde hace décadas con mayorías rotundas del PP, casi todas absolutas. La versatilidad de Sánchez para sortear sus debilidades, pactando con unos, engañando a otros, ha desaparecido en Madrid, donde el PSOE vive enclaustrado en una incapacidad ya endémica para superar su trauma con Díaz Ayuso. El posibilismo de Lobato, con un proyecto centrado y ajeno al ruido que propaga Moncloa, da paso a la «izquierda valiente» de la destrucción del rival.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete