editorial
Un Gobierno sin Parlamento
Mientras Pedro Sánchez defendía en Bruselas el rearme de Europa, su vicepresidenta y aliada en el Ejecutivo votaba en contra del mismo en Madrid y abogaba por salirnos de la OTAN
La jornada parlamentaria de ayer fue especialmente negra para el presidente del Gobierno al resultar pulverizada en el Parlamento su coalición frente a la cuestión del rearme de Europa. Mientras el jefe del Ejecutivo acudía a Bruselas para una de las cumbres europeas más importantes de los últimos tiempos –la que debía visar el aumento del gasto militar para hacer frente a la amenaza rusa y al abandono de sus aliados tradicionales por Donald Trump–, su vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, votaba en el Congreso no sólo en contra del plan de rearme, sino a favor de que España abandone la OTAN. Todos los inconvenientes y las trampas con que Pedro Sánchez tejió la infame mayoría parlamentaria que vislumbró la noche del 23-J de 2023, cuando se fue a dar botes a un escenario en la calle Ferraz de Madrid, han quedado en evidencia estos meses. Sánchez tenía una mayoría –muy justa por lo demás– contra lo que definió como «el bloque involucionista», al que situó al otro lado de un muro, pero no a favor de un proyecto político coherente por mucho que se esfuerce por redefinir como 'progresistas' al PNV y Junts. Tampoco existía una mayoría en torno a su persona, toda vez que el que realmente gobierna en España es Carles Puigdemont, como ha puntualizado hasta el socialista Emiliano García-Page y ha quedado de manifiesto desde la aprobación de la ley de Amnistía hasta el reparto de los menores inmigrantes no acompañados.
El presidente, en tanto, insiste en que su falta de una mayoría parlamentaria es un problema de simple nominalismo. Se volvió a quejar ante Von der Leyen, como ya había hecho en una ocasión anterior, por el lenguaje que se emplea en Bruselas y pidió «no hablar de rearme», sino de «mayor inversión en seguridad». Si con este guiño a Sumar pretendía influir en la votación de ayer, fracasó estrepitosamente. Es más, la estrategia nominalista se ha extendido por todo el Ejecutivo y el ministro de Transportes ha propuesto que una parte de las inversiones en el ferrocarril sean consideradas gasto militar y lo mismo ha hecho la titular de Sanidad con ciertos medicamentos críticos, para los que nunca deberían existir problemas de abastecimiento. Este campeonato de ocurrencias del Gobierno lo inició el presidente cuando propuso que la OTAN cambiara su taxonomía para que la inversión contra el cambio climático se considerara gasto en defensa y mandó al ministro de Economía a defender el planteamiento en Bruselas. La propuesta ha sido recibida con sorna por la prensa europea.
Pero Sánchez sigue firme en su determinación de ocupar físicamente el poder y gobernar «sin el concurso» del Parlamento. Sus adláteres afirman que jornadas como la de ayer son derrotas simbólicas y que Sánchez gana las que son verdaderamente importantes. Pero ni siquiera eso es ya verdad. Desde hace más de un año el Gobierno está incumpliendo el mandato constitucional al no presentar un proyecto de Presupuestos, como subrayó ayer Felipe González. Y también ayer se traspasó un nuevo límite al aprobarse una ley sin debatir las enmiendas introducidas por el Senado. La Mesa del Congreso, encabezada por el socialista Gómez de Celis, excluyó cuatro de los cambios transgrediendo su propia normativa interna. La insólita decisión se tomó en contra del criterio del letrado mayor, Fernando Galindo, reclutado por los socialistas para esta legislatura, quien advirtió que era contraria a la doctrina del Tribunal Constitucional. El desgaste al que Sánchez está sometiendo a las instituciones democráticas, cuando la historia de Europa está girando de manera decisiva, se ha vuelto insoportable.
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