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Enchufismo y privilegios

La embajada española en Estados Unidos se ha convertido en un coto cerrado de nepotismo con familiares y amigos de varios altos cargos. Y además, con el silencio cómplice de ministros

Editorial ABC

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LA Embajada de España en Estados Unidos, con sede en Washington, se ha convertido en una auténtica agencia de colocación de personal por el mero hecho de que algunos contratados son familiares directos, parejas o amigos de cargos diplomáticos. ABC revelaba ayer que el marido de Carmen Montón, que fue ministra de Sanidad con Pedro Sánchez, ha sido contratado como auxiliar en la consejería de Justicia de la Embajada. Montón es a su vez embajadora ante la Organización de Estados Americanos, un cargo muy relevante en el escalafón diplomático que de nuevo, y ya es larga la tradición de este mal endémico, se ha visto ninguneado con la adjudicación de embajadas a cargos políticos o de partido. Pero más allá de este caso de nepotismo, y sin que el marido de Montón tenga acreditados conocimientos suficientes para ejercer ese cargo o un conocimiento exhaustivo del inglés, lo llamativo es que no se trata de una excepción. Primero, porque es la quinta contratación sospechosa y con visos de irregularidad en la cancillería española en los últimos meses; y segundo, porque en el caso de Carmen Montón llueve sobre mojado ya que su marido también se benefició de una polémica designación a dedo en la Diputación de Valencia cuando ella era consejera en la Generalitat. Hoy ABC añade otro elemento de juicio en ese caso de nepotismo porque las quejas de los trabajadores de la Embajada, que mantienen un pulso laboral con el Gobierno a cuenta de sus condiciones de trabajo y sus salarios, han sido ignoradas por varios ministros, entre ellos la vicepresidenta Yolanda Díaz. Cuando algún ministro ha viajado a Estados Unidos y ha visitado la Embajada, todos quisieron hacer oídos sordos a la evidencia de que esa delegación se ha convertido en un mercadillo de enchufes a jornada completa.

Es de suponer que la tramitación de todos estos contratos estará en regla, y solo faltaría que la cobertura legal no fuese impecable desde un punto de vista administrativo. Pero desde luego lo relatado por ABC se acerca mucho a un arbitrario ejercicio de amiguismo porque lo mínimo que cabe exigir en este tipo de supuestos es que los aspirantes a empleos demuestren su idoneidad para el cargo y no hagan un examen ‘fake’ como coartada. No basta con ser el marido o la esposa de algún alto responsable de la delegación diplomática, ni con argüir que se trata de una cuestión de conciliación familiar, y pasar por encima de candidatos más y mejor formados sin que quien ha sido favorecido acredite cualificación alguna. En esta Embajada se están fabricando privilegios a medida contraviniendo tres principios, el de la igualdad de oportunidades en el acceso a puestos públicos; el de la legitimidad de los procesos de concurso-oposición, y el que afecta a las normas más elementales de la función pública en cuanto a mérito y capacidad. Aquí solo parece haber un criterio, y ni siquiera es político o ideológico, sino de simple endogamia familiar convertida lamentablemente en costumbre, lo cual afea aún más la estética y la ética del problema.

Una embajada no puede ser un coto privado para predilectos, y a la vez un veto continuado a quienes no están casados con alguien relevante. Y menos, si Montón es reincidente. Si a ello se le añade el silencio cómplice de los ministros dejando enquistar el problema y sacudiéndose de encima cualquier compromiso con la transparencia y la regeneración que tanto predican, lo único que se consigue es cubrir una irregularidad laboral con indignidad política y con agravio. Muchos empleados de esa Embajada ya se han cansado de asumir tanto, y tan burdo, enchufe continuado.

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