editorial
Con violencia, no
Cualquier tipo de exaltación agresiva no puede formar parte del juego democrático, y así se lo reprocharon este martes muchos manifestantes a quienes acudieron para reventar la concentración
ESTE periódico denunció en el pasado las concentraciones de acoso al PP en su sede nacional y ahora, por coherencia, defendemos lo mismo respecto a las sedes del PSOE. Es un error convertir en un episodio de violencia el legítimo derecho de los españoles a manifestarse en el ejercicio de su libertad para rechazar la negociación con la que Pedro Sánchez pretende intercambiar amnistía por investidura. Deslegitima seriamente a quien incurre en ellos porque en democracia la protesta es un derecho, pero la violencia no. Lo ocurrido anoche en Madrid no debería formar parte del escenario político en ningún caso, por más que la inmensa mayoría de manifestantes acudiese a la convocatoria en Ferraz con ánimo pacífico. Una minoría de extremistas muy radicalizados, conocidos en las redes sociales, quisieron patrimonializar la protesta enfrentándose a la Policía, saltando el cordón de seguridad, arrojando objetos a los antidisturbios y destrozando mobiliario urbano. Son conductas e imágenes que sobran, y que además contribuyen a provocar el efecto político y social contrario al deseado, ya que victimizan al PSOE.
Con esas conductas, sus autores se equiparan justo a quienes dicen combatir, asemejando sus algaradas callejeras a las vividas en el pasado a manos de radicales independentistas en Cataluña, o a los extremistas de Podemos rodeando el Congreso o agrediendo a policías brutalmente. Ofrecer argumentos de radicalización justo contra quien, como Sánchez, ha radicalizado al PSOE, quita razones a quienes critican los abusos del presidente del Gobierno.
Cualquier tipo de exaltación violenta no puede formar parte del juego democrático, y así se lo reprocharon anoche muchos manifestantes pacíficamente organizados a quienes acudieron exclusivamente para reventar la concentración, llevándola a un terreno inaceptable. Por eso es lícito distinguir también entre quienes acudieron sin intención de provocar un solo altercado, que fue la inmensa mayoría, y las decenas de incontrolados que, argumenten lo que argumenten, se sitúan fuera del sistema. Una manifestación que refleja un justificado malestar ciudadano no puede ser usurpada por ultras conocidos por la Policía que sólo contribuyen a fragmentar más nuestra sociedad y a generar un caldo de cultivo nada propicio para la compleja y delicada situación política.
Las reacciones de Pedro Sánchez asegurando que «quien ataca al PSOE ataca a la democracia» parten de una premisa falsa. Manifestarse no es atacar. Sólo discrepar, denunciar, indignarse. Y de momento eso no está prohibido por la ley si se hace por los cauces pacíficos lógicos. La izquierda siempre ha mostrado un doble rasero censurable. Lo hizo Podemos con su tesis del eufemístico «jarabe democrático» y lo hace ahora el PSOE. No es cierto que quien cuestione al PSOE ponga en peligro la democracia. El argumento es falaz. Y menos cierto aún es que cualquier español que considere que Sánchez claudica ante un huido de la Justicia sea un fascista o un reaccionario. Esos son los términos que está empleando el Gobierno para descalificar a los manifestantes, metiéndolos a todos en un mismo saco, lo cual es injusto. No se puede señalar al ciudadano por denunciar una evidencia: que Sánchez negocia cosas dudosamente legales, que silencia al Congreso, que ejerce un control inédito sobre el TC, o que pretende aprobar una amnistía que no figuraba en su programa electoral, lo que es un fraude a sus electores. Quien ha movido las líneas rojas y desprotegido al Estado es Sánchez, no los ciudadanos.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete