Editorial
Bombas de racimo: en la guerra no todo vale
El mundo libre ha de dejar claro qué defiende y contra qué combate en el frente de Ucrania
Según se prolonga la guerra de Ucrania quedan al descubierto las debilidades de dos bandos que se desgastan. No solo Moscú tiene problemas para mantener su pulso. También Kiev muestra su dificultad para avanzar en un campo de batalla despejado ya del grupo Wagner. La falta de equipos y munición ha llevado a Joe Biden a apostar por la entrega de bombas de racimo, prohibidas desde 2008 por los países que firmaron una convención de la que precisamente se excluyeron Estados Unidos, Rusia y Ucrania. Con su apoyo estratégico, militar y financiero, Washington soporta gran parte del peso de una guerra en la que en menor medida participan los países europeos, pero en vísperas de la cumbre de la OTAN convocada en Vilna (Lituania), el mundo libre ha de dejar claro qué defiende y contra qué combate en Ucrania. Son los valores de Occidente los que están en juego, unos principios que sería paradójico defender con las bombas de racimo que identifican a las tiranías.
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