La defensora del lector
El relato y la verdad
Los lectores han manifestado su desconcierto, y alguno percibe una tendencia a tratar a Israel y a Hamás como actores similares
Aprender del error (14/10/2023)
Continente y contenido (30/9/2023)
![El relato y la verdad](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/opinion/2023/10/28/ABC_Defensordellector_29_10_23-RySad10Jlxxx3cjTD3nDOXK-350x624@abc.jpg)
El reciente conflicto en Gaza ha suscitado infinidad de noticias y opiniones. Las imágenes llegan cargadas de tragedia y dolor, y las posiciones políticas y de la ciudadanía no son tan claras como en el conflicto de Ucrania. Si a esto se suma el ruido que producen en las redes sociales los contenidos falsos y bulos, la incertidumbre y la confusión se comprenden mejor. El debate sobre la decapitación de bebés en el ataque sorpresa de Hamás, o la autoría detrás del misil contra un hospital en Gaza, se ha convertido en una bronca burda donde la verdad es una víctima más del conflicto.
Los lectores del periódico también han manifestado su desconcierto a través del botón rojo disponible en la edición digital. José Eugenio, por ejemplo, percibe una tendencia a tratar a Israel y a Hamás como actores similares cuando es evidente que no lo son.
Los lectores de ABC cuentan con dos testigos de excepción en la zona: Mikel Ayestaran, corresponsal en Jerusalén del grupo Vocento, y Pablo M. Díez, corresponsal de ABC en Asia y enviado especial a El Cairo. Ambos tienen una amplia experiencia en conflictos y conocer las condiciones en las que trabajan para ofrecer una información lo más fiel posible de lo que está aconteciendo puede ser necesario para comprender sus crónicas.
Ayestaran piensa que «ahora mismo donde deberíamos estar es dentro de la franja de Gaza», a la que solo tiene acceso la prensa local. Esto además de generar «muchísima impotencia» hace que sea imprescindible contar con una red diversa y bien tejida de fuentes. En su caso, además, es consciente de que algunos medios internacionales tienen una mejor posición en el terreno y «prefiero ser el quinto en dar la noticia que ser primero y dar algo falso».
Pablo M. Díez, por su parte, abunda en la confusión existente también entre los periodistas, lo que genera serias dificultades para contrastar la información. «El pasado domingo, la ONU no sabía si su convoy de ayuda humanitaria había llegado a su destino», cuenta, y la confirmación llegó solo por la noche, lo que obliga a «armarnos de paciencia ante el caos habitual que se ve agravado por la guerra y los intereses propagandísticos».
Ambos coinciden en señalar dos dificultades de su trabajo: la primera es la presión del poder por controlar el relato. Mikel siente el «férreo marcaje por parte de Israel» y Pablo señala que en Egipto «nuestra labor está vigilada y la Policía suele parar e identificar a los periodistas si los ve entrevistando a alguien en la calle».
La otra la describe bien Mikel Ayestaran cuando dice que la gente piensa que esto es «periodismo deportivo» y que «tienes que ser de un equipo o de otro». Pablo M. Díez habla de la presión de los usuarios en las redes sociales que se lanzan a comentar cualquier mensaje buscando intenciones y desviando el foco de lo sucedido a su interpretación subjetiva.
Está claro que la mayor parte de estas discusiones tienen lugar entre personas que no tienen más datos que aportar, sino sus propias opiniones. Es comprensible la frustración de quien está sobre el terreno, esforzándose por hacer bien su trabajo, por verificar una información, por tener un mejor acceso a la fuente, cuando se enfrenta a una masa que, desde la comodidad de su oficina o su casa, lanza opiniones más o menos argumentadas que hacen fútil su trabajo.
No es fácil cubrir un conflicto, y menos aún uno que levanta emociones tan encontradas. Apostar por profesionales con experiencia sobre el terreno es un valor que el periódico ofrece a sus lectores y que animo a seguir cuidando por todos los medios.
Leerlos con calma y pensar en que, conscientes de la transcendencia del trabajo que hacen, lo hacen lo mejor posible, es la mejor manera de asegurar un poco de claridad en el conflicto por la verdad, sabiendo que esta es compleja y dolorosa.
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