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la defensora del lector

Datos en cuestión

Los errores existen y cualquier esfuerzo para reducirlos es necesario

Cruzar la línea (2/9/2023)

Cristales de colores (22/7/23)

Carbajo & Rojo
Defensora del lector Charo Sádaba

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Utilizar datos en cualquier texto es un reto. La posibilidad de error humano existe, y los números parecen tener la virtud de aparecer y desaparecer con voluntad propia. Además, es común afirmar que es posible hacer que un dato diga casi cualquier cosa, por lo que su uso se presta a una cierta suspicacia en determinados contextos.

Para el primer caso, ABC ha puesto a disposición de los lectores de la edición digital un botón para reportar errores de manera inmediata. Aunque lo ideal sería que el trabajo de edición impidiera que estos aparecieran, lo cierto es que no se han conseguido eliminar, y la existencia de este botón ayuda a corregirlos con celeridad. Son muchos los lectores que ya lo utilizan, pero es bueno avisar a quien todavía no lo hace de su existencia.

El lector Jesús del Amo ha compartido conmigo en varias ocasiones estas semanas errores que ha encontrado en artículos donde se emplean datos. El día 3 de septiembre, por ejemplo, en una noticia sobre las reservas de gas en la UE, se afirma que estas son de 1.053 millones de TWh. De acuerdo con la información sobre el coste del MWh proporcionada en el mismo artículo, y tal y como señala el señor Del Amo esto «nos daría que el valor de gas almacenado supera en varios cientos de veces el PIB mundial». María Jesús Pérez, redactora jefa de Economía, reconoce que se trata de una errata y que efectivamente sobraban los «millones» después del número. El error pasó desapercibido al redactor y también a quien editó la noticia con posterioridad, y ya ha sido corregido en la versión digital.

Por su parte María del Carmen Guisán apunta una noticia del día 31 de agosto sobre el impacto del IPC en las pensiones en la que «los datos no son correctos porque no miden el valor actualizado de las aportaciones realizadas por empresas y trabajadores en las pensiones contributivas». La lectora, catedrática de Economía jubilada, tiene la percepción de que desde la sección se está promoviendo «una campaña contra el mantenimiento del poder adquisitivo de las pensiones» para la que se usan con «gran contumacia mensajes repetitivos e inadecuados» y se pregunta si cuenta con el visto bueno de la dirección.

Sobre esta cuestión María Jesús Pérez responde que ABC tiene «una línea editorial y sabemos quiénes son nuestros lectores», pero que cuando se trata de interpretar datos siempre se busca el apoyo externo de analistas o expertos. «Quienes trabajamos en la sección tenemos la formación para interpretar los datos, pero llamamos a economistas y sustentamos la información». Reconoce, por tanto, que desde la sección se tiene una visión concreta de este tema, pero se traslada con rigor y con justificación externa.

Estos dos casos ponen de manifiesto, por un lado, que los errores existen y que cualquier esfuerzo para reducirlos es necesario. Incluso en una sección donde la formación y la experiencia de los redactores permitiría pensar que estos no tienen cabida, aparecen en el momento más insospechado. Muchos lectores, además, consumen todavía la edición en papel donde el error no se puede cambiar.

Estos mensajes permiten también apreciar que los lectores de ABC valoran la información que reciben y la leen con atención y detalle. La claridad en los contenidos, también en aquellos que expresan la línea editorial del periódico en determinados asuntos, es crítica para que, incluso aquellos que no están alineados con ella, sepan a qué atenerse y no pueda aducirse una visión tendenciosa de la realidad.

Una vez más, cada redactor del periódico debería ser consciente de que su trabajo trasciende y llega a los lectores, y eso debería ser un aliciente para cuidar los detalles y asegurar los procesos que minimizan los errores. Pero esta es una batalla por el rigor como principio periodístico, y aquí el redactor no puede estar solo. Es importante dar a conocer los canales para reportar errores y que estos se corrijan con agilidad, pero lo es más todavía seguir avanzando en medidas que faciliten los recursos, el tiempo y la calma necesarias para corregirlos antes de su publicación.

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