la defensora del lector
Contar o no contar
La proliferación de contenidos en las redes sociales hace que en ocasiones se caiga en la tentación de prestar atención a asuntos para aprovechar la corriente de interés y de clics
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![Contar o no contar](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/opinion/2024/01/20/defensora_20240120162512-Rn07Oc1MfuJUxQCEQ4E7S1M-350x624@abc.jpg)
El pasado día 13 el periódico publicaba un artículo sobre los presuntos usos irregulares de dinero por parte del líder del colectivo ecologista Futuro Vegetal, responsable del ataque al Museo del Prado, entre otros. El lector Antonio García señala como un error «la repercusión e importancia que los medios les estáis dando a los 'activistas', en lugar de a los científicos». No es la primera vez que se acusa a los medios de dar visibilidad o convertirse en altavoz de personas o causas banales o dañinas para la sociedad que buscan, precisamente, esa atención.
En este sentido, Jesús García Calero, director de ABC Cultural, entiende que algunos lectores puedan pensar que con estas noticias se «hace caldo gordo a una causa que es absurda», pero considera que «nuestro deber es informar y no tutelar moralmente lo que debe o no saber el lector». Sobre el caso concreto al que se refiere el artículo, Calero explica que el periódico ha cubierto el ataque contra las obras del Museo del Prado con «numerosas noticias, informaciones y opiniones de expertos» en las que no han faltado «análisis duros con estos ecoterroristas». Se aspira de este modo a que el lector «esté bien informado y forme su propio criterio mostrando las cosas con toda su complejidad». Contar lo que sucede, afirma Calero, aunque sin duda puede dar publicidad a los protagonistas, hace que «pasen más cosas buenas que malas», y en este caso considera que se ha «incrementado en los últimos años la conciencia del peligro en que se pone al patrimonio» con este tipo de actuaciones.
El catedrático de Opinión Pública de la Universidad de Navarra, el profesor Manuel Martín Algarra, abunda en esta idea y considera que los medios deben ser «observadores de la realidad, no establecedores de agendas». En su opinión, «hay que contar lo que pasa y si un medio no lo hace, ¿de qué sirve entonces?». Sobre el caso concreto, no cree que la noticia «tenga un efecto llamada, sino que al contrario, sitúa a estos líderes ante una crisis de reputación grave» que podría poner en entredicho el resto de sus actuaciones.
Es cierto, no obstante, que estos argumentos a favor de no ocultar lo que se sucede a los lectores no se aplican de modo absoluto, y es en los matices donde radica la dificultad de valorar las situaciones concretas. Calero, por ejemplo, menciona «casos extremos, como la dureza de algunas imágenes de guerra. Los medios pueden dosificarlas o pixelarlas, pero su publicación también ayuda a la toma de conciencia de la sociedad». O el caso del suicidio, sobre el que Martín Algarra explica que «existe un pacto de silencio de sentido común en los medios» para evitar un posible efecto contagio, lo que no ha evitado que su incidencia se haya incrementado en los últimos años e informar sobre este incremento, dice Calero, «ayuda a concienciar del problema». En este caso, explica el catedrático Martín Algarra, «la función social del periodismo no puede afrontarse con desapego respecto a las consecuencias posibles de lo que se cuenta».
Aunque la publicación de la noticia está justificada, la queja del lector ayuda a encender una alarma necesaria en la Redacción. La proliferación de contenidos en las redes sociales, y la velocidad con la que algunos se viralizan, hace que en ocasiones se caiga en la tentación de prestar atención desde los medios a asuntos para aprovechar la corriente de interés y de clics. El riesgo de acabar siendo utilizados por grupos de presión o activistas, que saben manipular los algoritmos o las redes a su favor, es real, máxime en un contexto donde la desinformación se ha convertido en un arma también ideológica. Ante esta amenaza, hay que hacer más explícito si cabe el rigor, también en la selección de los temas, asegurando siempre el interés informativo.
La queja también pone de manifiesto que los medios siguen teniendo un papel esencial en la formación de la opinión y del debate público, y no pueden eximirse de la responsabilidad que esto supone. Que ahora haya más agentes implicados en esta realidad no evita que un medio como ABC tenga que ser consciente de la importancia de su papel y de su función social.
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