taconeando
Un último ole para don Antonio
Vinculado a ABC, su marcha deja a muchos sin esa poesía que era su prosa sublime, sin ese pedazo de España que era su Recuadro
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Maestro del folklore de las cofradías de Sevilla, Antonio Burgos arrastraba consigo el poderío de una prosa de hondura trianera. Su mundo íntimo era el de los toros, las nostalgias, Curro Romero, Triana, los gatos, Rafael el poeta, Rocío Jurado, la Semana Santa. Citaba a Lorca lo mismo que le cantaba una saeta a la Jurado ... . Burgos era monárquico, pero monárquico de casta, y era uno de nuestros grandes costumbristas. Nacido en Sevilla en 1943, este paisano es un nombre ligado a la historia de la ciudad. Defensor de su gran patrimonio histórico, la Semana Santa hispalense –de la que fue pregonero en 2008–, de los toros y de la monarquía, podemos decir que Burgos era el padrecito del costumbrismo andaluz, uno de los últimos columnistas de raza.
Hijo Predilecto de Andalucía desde el año 2020, podría estar en la lista con todos los grandes poetas andaluces y ser el más vehemente, con ese lirismo que es el acento circunflejo de Andalucía y el silencio de los siglos. Lirismo y silencio. Decía don Antonio que «Sevilla permanecía inmutable en un nazareno del Silencio sobre un fondo de cal», y con este lirismo mantenía el pulso a otros paisanos como Aleixandre y Cernuda, etcétera. Estos dos que menciono y otros que hoy escriben en nuestro ABC en Sevilla son unos fanáticos de la palabra, y muchos de ellos dominan ab-so-lu-ta-men-te la palabra prosaica y la palabra lírica.
Leer fragmentos del libro 'Semana Santa' es adentrarse en un universo íntimo y suspirar con un ole que nos sale del alma. 'Una saeta por Rocío Jurado' es mi texto favorito, porque una va leyendo y ve a la Jurado cantándole a la Virgen, mientras la prosa de Burgos se entremezcla con la saeta y nos envuelve con la espuma de un ole entre el público. Vinculado casi toda su vida a ABC, su marcha deja a muchos lectores sin esa poesía que era su prosa sublime, sin ese pedazo de España que era su Recuadro. De Burgos aprendió una que las cosas se llaman por su nombre. Los usos y las tradiciones, el color costumbrista y el lenguaje vehemente han sido una referencia y un tema constante en su periodismo. A mi querido colega le tenía un poco cabreado esa manía de llamar a España «este país», o que los columnistas ahora le digan Jefe de Estado al Rey. Esos detalles, o que la Reina Sofía no fuese a ver los toros, le dolían.
La levedad del Recuadro no menoscabó ni un ápice la profundidad de sus escritos. Columnas de puro costumbrismo, hasta el punto de que se puede hablar, y en mi periódico se habla, de una Sevilla de don Antonio. Entre los escritos de Burgos, que son una forma de sentir Andalucía, hay sobre todo amor por sus raíces, ni más ni menos. Sevilla, pese a que hoy quede un poco huérfana, tiene que ser plenamente Sevilla, depurada y mejorada en el testamento de los que la van contando. Su figura siempre será la alegre tristeza de los días de nostalgia y no podemos más que despedirnos de don Antonio con un ultimo ole…
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